La Habana de José Martí
Por Adys M. Cupull *
En La
Ciudad de La Habana, capital de todos los cubanos, martiana y socialista, se
levanta la imagen enérgica y antiimperialista de nuestro José
Martí, está de frente al norte “revuelto y brutal que nos
desprecia”. Situado en un extremo de la Tribuna Antiimperialista que le
erigió su pueblo, fundido en bronce por el escultor Andrés
González, Martí señala y acusa a los culpables del bloqueo
que atenta contra la vida y los derechos humanos de la población
cubana.
Abrazado a él, como buscando protección junto a su
pecho: un niño, símbolo del hijo, que los piratas de mentes
enfermizas secuestraron y quisieron robar a Cuba. Su imagen evoca la fuerza del
sentimiento de amor a lo propio, a lo más querido: a su padre, su
familia, su ciudad, su Patria. Está rodeado de escultóricas
palmas, que no podían faltar. Ellas son novias que esperan, dijo el
Maestro, y esperando, se encuentra una novia mayor: Cuba, exige que la
justicia del pueblo de Norteamérica se ponga tan alta como las palmas de
nuestros campos, para que cinco jóvenes, INOCENTES, prisioneros
políticos en los Estados Unidos sean liberados y regresen a su
regazo.
La escultura se mueve, así parece, ella ordena, genera a
su alrededor una trinchera de ideas solidarias, internacionalistas, creadoras de
paz, armonía y de amor por la humanidad, que hacen a los cubanos fuertes
y felices.
Entre otras obras dedicadas a José Martí
en La Habana, hay una que nos conmueve y hace recordar la historia de tiempos
pasados, cuando los gobernantes del sistema colonial español ordenaban
que los presos políticos fueran encadenados y los llevaran a oscuros
huecos. Es un José Martí, casi adolescente que se yergue en la
Fragua Martiana de la Universidad, en Centro Habana, obra del escultor
Francisco Villa, fundido en bronce. Fue concebida de cuerpo entero.
Tenía 16 años cuando ya la Patria le había señalado
un lugar en la lucha por la independencia, y lo estrechó en sus brazos, y
lo besó en la frente, como dijo él.
Lleva un grueso anillo
en el pie derecho, como aquel de hierro que le pusieron los colonialistas y le
produjo dolorosas llagas que le hicieron padecer
La figura del joven
Martí se encuentra entre las piedras situadas en las antiguas ruinas de
las canteras de San Lázaro, de pie, con una cadena que va desde el
tobillo derecho hasta la cintura, se ve erguido, firme, con sus ojos soberbios,
“con el corazón lleno”.
En su testimonio “El
Presidio Político en Cuba”, relató como los presos
realizaban trabajo forzado desde antes de salir el sol, hasta que
oscurecía. Allí vio al anciano don Nicolás moribundo. Su
espalda era toda una llaga que destilaba sangre.
Por esas mismas calles
de la ciudad, próximas al mar, que hoy transitan los jóvenes,
plenos, dueños de cuanto hay en ellas, fueron los caminos por donde
iban aquellos hombres cadavéricos, ensangrentados, encadenados, y,
hasta niños como Ramón Rodríguez sentenciado a los 14
años, el negrito Tomás que tenia 11 y era bozal, Lino Figueredo
que tenía 12 años, no sabían el porqué estaban
allí, les pusieron el anillo de hierro y los enviaron a las canteras para
“...Ser apaleado, ser pisoteado, ser arrastrado, ser abofeteado, en la
misma calle, junto a la misma casa, en la misma ventana, donde un mes antes
recibíamos la bendición de nuestra madre...”
escribió Martí.
La escultura habla por sí misma,
ella es la denuncia de aquel infierno, del que volvían ciegos, cojos,
magullados, heridos, así lo explica él, “...al son del
palo y la blasfemia, del golpe y del escarnio, por las calles aquellas que meses
antes me habían visto pasar sereno, tranquilo, con las hermanas de mi
amor en los brazos y la paz de la ventura en el
corazón...”.
Entre el sufrimiento de los cubanos, al
vivir la opresión colonial de su Patria, se forjo nuestro José
Martí
Sus padres Leonor Pérez Cabrera y Mariano
Martí y Navarro contribuyeron a su formación integral, así
lo afirma él: “¿Y de quien yo mi entereza y mi
rebeldía, o de quien pude heredarlas, sino de mi padre y de mi
madre?”.(Creciente Agonía, p.14)
Leonor y Mariano fundaron
su hogar en La Ciudad de La Habana, vivieron en varias casas, en ellas tuvieron
alegrías, pero fueron más las vicisitudes y angustias. La Habana
fue el sitio preferido para hacer el nido, al que ambos regresaron una y otra
vez desde los diferentes lugares que visitaron o permanecieron por un tiempo:
Belice, Islas Canarias, Valencia, México, Nueva York, Tampa, Cayo Hueso.
Fue en su Habana donde les nacieron siete de sus ocho hijos, porque una
nació en Valencia, y, excepto una que murió en México, toda
la familia quedó para siempre cubierta con la tierra cubana. Mariano
murió en la calle San Nicolás y Leonor en la calle
Consulado.
Los Martí Pérez constituyen una familia
habanera, ellos sintieron como José Martí el amor y
añoranza por la isla que los enamoraba, expresado en el poema Madre
Mía dedicado a Leonor en 1871, durante su primer destierro en
España, en el que dice: No trinan como allá los pajarillos/ Ni
aroman como allá las frescas flores,/ ni escucho aquel cantar de los
sencillos/ Cubanos y felices labradores./ Ni hay aquel cielo azul que me
enamora,/ Ni verdor en los árboles, ni brisa,/ Ni nada del edén
que mi alma llora./ Y que quiero arrancar de tu sonrisa. (Obras
Completas..T.17 P.31 a 33).
Sus pasos por La Habana Vieja son conocidos y
están señalizados; pero la vida de la familia Martí
Pérez transcurrió durante muchos años en la ciudad
extramuros, donde José Martí vivió en su adolescencia y
parte de su juventud. Así lo prueban documentos en los que aparecen
mencionadas, las calles: Peñalver, Manrique, Lealtad, Dragones, San
Nicolás, Rayo, San José, Gervasio, Escobar, Industria, San Miguel,
San Rafael, Reina, Jesús Peregrino, Oquendo, Soledad, San José,
Amistad, Virtudes, Lagunas, San Nicolás, Consulado y
Campanario.
Calles relacionadas con la querida familia
Martí Pérez cuyos quehaceres, según documentos, se
extendieron hasta Marianao, Tulipán, Guanabacoa, Batabanò, Guines,
Bejucal, El Cacahual y la Isla de la Juventud.
La Habana de Martí
es una trinchera que se expandió fuera de la Muralla de La Habana Vieja.
Si Leonor y Mariano, sus padres, nacieron en Santa Cruz de Tenerife, ella, y en
Valencia, él. Cuba es también su Patria por decisión
propia. Ellos están presentes junto al Apóstol en la casa de la
calle de Paula No 41, hoy Museo Casa Natal de José Martí. En la
ciudad que hicieron suya para siempre.
El Héroe Nacional de Cuba,
El Autor Intelectual del Moncada, está presente en el más
insospechado y digno lugar del archipiélago cubano, desde el Pico
Turquino, en la más lejana comunidad, a la Plaza de la Revolución;
y en cada uno de los sitios y hechos donde sus ideas independentistas y
antiimperialistas, de unidad y justicia social son o fueron defendidas en
momentos decisivos y trascendentales como aquel 16 de abril de 1961, en la
histórica esquina de 23 y 12, en la Ciudad Natal, donde su pueblo
aprobó la Declaración del carácter Socialista de la
Revolución Cubana.
* Adys Cupull es miembro de la Unión de
Periodistas e Historiadores, y de la Unión de