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Volumen 8, Número 116, noviembre 30 de 2008 www.wftucentral.org
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La Habana de José Martí



Por Adys M. Cupull *


En La Ciudad de La Habana, capital de todos los cubanos, martiana y socialista, se levanta la imagen enérgica y antiimperialista de nuestro José Martí, está de frente al norte “revuelto y brutal que nos desprecia”. Situado en un extremo de la Tribuna Antiimperialista que le erigió su pueblo, fundido en bronce por el escultor Andrés González, Martí señala y acusa a los culpables del bloqueo que atenta contra la vida y los derechos humanos de la población cubana.

Abrazado a él, como buscando protección junto a su pecho: un niño, símbolo del hijo, que los piratas de mentes enfermizas secuestraron y quisieron robar a Cuba. Su imagen evoca la fuerza del sentimiento de amor a lo propio, a lo más querido: a su padre, su familia, su ciudad, su Patria. Está rodeado de escultóricas palmas, que no podían faltar. Ellas son novias que esperan, dijo el Maestro, y esperando, se encuentra una novia mayor: Cuba, exige que la justicia del pueblo de Norteamérica se ponga tan alta como las palmas de nuestros campos, para que cinco jóvenes, INOCENTES, prisioneros políticos en los Estados Unidos sean liberados y regresen a su regazo.

La escultura se mueve, así parece, ella ordena, genera a su alrededor una trinchera de ideas solidarias, internacionalistas, creadoras de paz, armonía y de amor por la humanidad, que hacen a los cubanos fuertes y felices.

Entre otras obras  dedicadas a José Martí en La Habana, hay una que nos conmueve y hace recordar la historia de tiempos pasados, cuando los gobernantes del sistema colonial español ordenaban que los presos políticos fueran encadenados y los llevaran a oscuros huecos. Es un José Martí, casi adolescente que se yergue en la Fragua Martiana de la Universidad, en Centro Habana, obra del escultor  Francisco Villa, fundido en bronce. Fue concebida  de cuerpo entero. Tenía 16 años cuando ya la Patria le había señalado un lugar en la lucha por la independencia, y lo estrechó en sus brazos, y lo besó en la frente, como dijo él.

Lleva un grueso anillo en el pie derecho, como aquel de hierro que le pusieron los colonialistas y le produjo dolorosas llagas que le hicieron padecer

La figura del joven Martí se encuentra entre las piedras situadas en las antiguas ruinas de las canteras de San Lázaro, de pie, con una cadena que va desde el tobillo derecho hasta la cintura, se ve erguido, firme, con sus ojos soberbios, “con el corazón lleno”.

En su testimonio “El Presidio Político en Cuba”, relató como los presos realizaban trabajo forzado desde antes de salir el sol, hasta que oscurecía. Allí vio al anciano don Nicolás moribundo. Su espalda era toda una llaga que destilaba sangre.

Por esas mismas calles de la ciudad, próximas al mar, que hoy transitan los jóvenes, plenos, dueños de cuanto hay en ellas, fueron los caminos por donde iban  aquellos hombres cadavéricos, ensangrentados, encadenados, y, hasta niños como Ramón Rodríguez sentenciado a los 14 años, el negrito Tomás que tenia 11 y era bozal, Lino Figueredo que tenía 12 años, no sabían el porqué estaban allí, les pusieron el anillo de hierro y los enviaron a las canteras para “...Ser apaleado, ser pisoteado, ser arrastrado, ser abofeteado, en la misma calle, junto a la misma casa, en la misma ventana, donde un mes antes recibíamos la bendición de nuestra madre...” escribió Martí.

La escultura habla por sí misma, ella es la denuncia de aquel infierno, del que volvían ciegos, cojos, magullados, heridos, así lo explica él, “...al son del palo y la blasfemia, del golpe y del escarnio, por las calles aquellas que meses antes me habían visto pasar sereno, tranquilo, con las hermanas de mi amor en los brazos y la paz de la ventura en el corazón...”.

Entre el sufrimiento de los cubanos, al vivir la opresión colonial de su Patria, se forjo nuestro José Martí

Sus padres Leonor Pérez Cabrera y Mariano Martí y Navarro contribuyeron a su formación integral, así lo afirma él: “¿Y de quien yo mi entereza y mi rebeldía, o de quien pude heredarlas, sino de mi padre y de mi madre?”.(Creciente Agonía, p.14)

Leonor y Mariano fundaron su hogar en La Ciudad de La Habana, vivieron en varias casas, en ellas tuvieron alegrías, pero fueron más las vicisitudes y angustias. La Habana fue el sitio preferido para hacer el nido, al que ambos regresaron una y otra vez desde los diferentes lugares que visitaron o permanecieron por un tiempo: Belice, Islas Canarias, Valencia, México, Nueva York, Tampa, Cayo Hueso. Fue en su Habana donde les nacieron siete de sus ocho hijos, porque una nació en Valencia, y, excepto una que murió en México, toda la familia quedó para siempre cubierta con la tierra cubana. Mariano murió en la calle San Nicolás y Leonor en la calle Consulado.

Los Martí Pérez constituyen una familia habanera, ellos sintieron como José Martí el amor y añoranza por la isla que los enamoraba, expresado en el poema Madre Mía dedicado a Leonor en 1871, durante su primer destierro en España, en el que dice: No trinan como allá los pajarillos/ Ni aroman como allá las frescas flores,/ ni escucho aquel cantar de los sencillos/ Cubanos y felices labradores./ Ni hay aquel cielo azul que me enamora,/ Ni verdor en los árboles, ni brisa,/ Ni nada del edén que mi alma llora./ Y que quiero arrancar de tu sonrisa. (Obras Completas..T.17 P.31 a 33).

Sus pasos por La Habana Vieja son conocidos y están señalizados; pero la vida de la familia Martí Pérez transcurrió durante muchos años en la ciudad extramuros, donde José Martí vivió en su adolescencia y parte de su juventud. Así lo prueban documentos en los que aparecen mencionadas, las calles: Peñalver, Manrique, Lealtad, Dragones, San Nicolás, Rayo, San José, Gervasio, Escobar, Industria, San Miguel, San Rafael, Reina, Jesús Peregrino, Oquendo, Soledad, San José, Amistad, Virtudes, Lagunas, San Nicolás, Consulado y Campanario.  

Calles relacionadas con la querida familia Martí Pérez cuyos quehaceres, según documentos, se extendieron hasta Marianao, Tulipán, Guanabacoa, Batabanò, Guines, Bejucal, El Cacahual y la Isla de la Juventud.

La Habana de Martí es una trinchera que se expandió fuera de la Muralla de La Habana Vieja. Si Leonor y Mariano, sus padres, nacieron en Santa Cruz de Tenerife, ella, y en Valencia, él. Cuba es también su Patria por decisión propia. Ellos están presentes junto al Apóstol en la casa de la calle de Paula No 41, hoy Museo Casa Natal de José Martí. En la ciudad que hicieron suya para siempre.

El Héroe Nacional de Cuba, El Autor Intelectual del Moncada, está presente en el más insospechado y digno lugar del archipiélago cubano, desde el Pico Turquino, en la más lejana comunidad, a la Plaza de la Revolución; y en cada uno de los sitios y hechos donde sus ideas independentistas y antiimperialistas, de unidad y justicia social son o fueron defendidas en momentos decisivos y trascendentales como aquel 16 de abril de 1961, en la histórica esquina de 23 y 12, en la Ciudad Natal, donde su pueblo aprobó la Declaración del carácter Socialista de la Revolución Cubana.

* Adys Cupull es miembro de la Unión de Periodistas e Historiadores, y de la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba.
tcomunitario@uneac.co.cu


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