Mayor presupuesto ¿en favor de quién?
La disputa por los recursos públicos está en el
centro de la contradicción del dogma neoliberal. En medio de la crisis
financiera internacional, el caso del sector eléctrico en México
ejemplifica cómo "la mano invisible" del mercado está metida en la
arcas públicas desde tiempo atrás, auspiciados por las
administraciones neoliberales. En esta disputa, no solo las empresas
públicas solicitan más presupuesto federal para distribuirlo entre
los privados; sectores de trabajadores del sector (o sus representaciones) se
suman a tales peticiones, asumiendo acrítica y conceptualmente los
dictados del capitalismo salvaje.
Mayor presupuesto = Mayores tarifas
¿= Empresas Públicas más sanas?
Claro que ¡No! Actualmente en México, más de 48% de
la generación eléctrica ya es privada. A partir de la entrada de
los primeros generadores privados en el año 2000, las tarifas
eléctricas se han duplicado. En ese año (2000) las tarifas
eléctricas habían tenido un incremento de poco más del 15%;
aún así, el precio medio por kilowatt-hora (KWh) era entonces de
60 centavos. Hoy, a julio de 2008, el precio alcanzaba ya 1 peso con 35 centavos
por KWh (pesos de 2008).
La duplicación de las tarifas, sin
embargo, no repercutió en unas finanzas más "sanas" para las
empresas públicas, o una mayor disponibilidad de recursos de
inversión, sino que sirvió para cebar un boyante negocio privado
controlado a escala mundial por unos cuantos. En el sector eléctrico, que
no se ha privatizado constitucionalmente, gobierno y transnacionales han pactado
varios mecanismos para apropiarse de la renta eléctrica.
En
primera instancia, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha pagado a
los generadores privados de electricidad, desde el arranque de operaciones en
2000 y hasta el 2007, más de 126 mil millones de pesos, más otros
43 mil millones de "Fijo por Capacidad" y 128 mil millones más por "Cargo
variable" (según el PPE-2009).
Luego, está el control por
parte de las transnacionales de los energéticos primarios y el precio de
los combustibles. A partir del 2000, la "canasta energética" de la CFE
sufrió una fuerte concentración, reduciéndose el empleo de
fuentes nativas. Así, el consumo de combustóleo cayó de 144
millones de barriles anuales en el 2000 a 71 millones en 2007 (45 millones, en
lo que va de 2008) y el de diesel se redujo de 4 millones de barriles (2000) a 1
millón (2007). Mientras, el consumo de combustibles importados se
elevó: el de carbón se incrementó de 9.6 millones de
toneladas en 2000 a 14.7 millones de toneladas en 2007 y, el de gas natural, se
duplicó.
Según la prospectiva de Gas Natural 2007-2016, se
pasó de un consumo de 1,011 millones de pies cúbicos diarios a
2,390 millones en el 2006. Cabe hacer notar que, de todo ese gas, el consumo
real de la CFE se mantiene constante en alrededor de 322 mil millones de pies
cúbicos anuales, es decir, poco menos de 1 mil millones diarios.
También es preciso mencionar, que la CFE tiene pactado "asegurar"
el abasto de combustibles a los privados y, asimismo, financia los "desbalances"
en el precio del combustible que consumen los generadores privados.
Otro
medio de apropiación es mediante el pago de costosas obras de
infraestructura que contrata la CFE con los privados para la
reconfiguración de la red eléctrica nacional. Es una tarea colosal
identificar las obras realizadas por la paraestatal para acondicionar la red
eléctrica pública al modelo de mercado eléctrico pero, en
términos generales, es del orden de la inversión realizada por los
privados en generación, es decir, unos 12 mil millones de
dólares.
Es evidente, entonces, que la espectacular alza en las
tarifas eléctricas generó un mayor ingreso al Estado pero
éste no lo distribuyó, sino que, lo devolvió al capital
privado en forma de pagos, incentivos y tarifas preferenciales a costa de las
finanzas de las empresas públicas.
Cabría preguntarse, en
medio de la actual "cumbre" de la crisis sistémica del capitalismo
mundial, ¿cuál es la participación de las transnacionales de
la energía al desorden económico mundial?
Subsidios ¿para quién?
El centro de las propuestas privatizadoras ha sido la improductividad
de las empresas públicas y la tendencia a eliminar los subsidios al
consumo. En el segundo caso, a partir de 2002, el Estado neoliberal
arreció su ofensiva --apoyada incluso por personalidades de la
oposición--, basada en la asignación indiscriminada de dichos
subsidios. Curiosamente, pocos "especialistas" mencionan que el costo de la
energía para los grandes consumidores es el más bajo de todos.
Critican en cambio, y por diversas razones, que los subsidios beneficien a
sectores de ingresos medios y altos, o incluso, que "fomenten" el deterioro
ambiental, sea mediante el uso de aparatos eléctricos ineficientes o por
el derroche de energía y agua.
Efectivamente, el esquema tarifario
no es distributivo y la reforma tarifaria impuesta por Vicente Fox en 2002
levantó una ola de protestas a escala nacional. La salida del
corporativismo fue encausar las demandas hacia la revisión del esquema
tarifario. No obstante el legislativo transformó las demandas en la
presentación de una serie interminable de iniciativas de ley, tendientes
a beneficiar a grupos muy localizados de usuarios: regiones de clima extremoso
(caluroso), campesinos, indígenas, adultos mayores, jubilados o
pensionados, discapacitados, de bajo consumo (o ingreso), usuarios de
habitación de interés social, marginados, morosos, etc., con una
visión totalmente asistencialista.
La mayoría de dichas
iniciativas quedó archivada, pendiente de resolución. En cambio,
desde el Ejecutivo, por decreto, se redujo cualquier aumento que no fuera del
gusto de los grandes capitales, estableciendo precios y tarifas de gas y
electricidad especiales, como estímulo a los "grandes consumidores".
Contabilidad perversa
En menos de una década de operación del "mercado
eléctrico", las tarifas se elevaron a más del doble. Hoy
día, según cifras oficiales (enero de 2008), la tarifa media para
uso doméstico es de 1.18 pesos por KWh, mientras que, en 2000 costaba
casi 56 centavos. Para la gran industria, el precio actual es de menos de 1
peso, mientras que, en 2000 costaba 43 centavos (nótese que siempre, la
gran industria paga menos). No obstante la CFE debió recurrir a onerosos
empréstitos y a solicitar cada día más
presupuesto.
Contrariamente a lo que la mayoría de los voceros
oficiosos señala, la elevación de las tarifas eléctricas,
incluso, por encima de los costos reales, no redunda en mayor de recursos para
la inversión pública. Omiten, además, mencionar que el
régimen fiscal de las empresas públicas impide a éstas
conservar los excedentes en el ingreso.
El mecanismo es simple, baste
mencionar que tales empresas están obligadas al pago de un
aprovechamiento al gobierno federal "por los activos que utiliza para prestar el
servicio de energía eléctrica" (Ley del Servicio Público de
Energía Eléctrica, Artículo 46) determinado en
función de la tasa de rentabilidad establecida para el ejercicio
correspondiente (aplicada al valor del activo fijo determinado para el ejercicio
anterior), contra el cual, mediante una perversa contabilidad, se pueden
compensar los subsidios que el gobierno federal otorgue "a través de la
Comisión Federal de Electricidad" a los usuarios del
servicio.
Dicho impuesto por "aprovechamiento" equivale a una
contribución neta equivalente al 9% sobre sus activos, que ninguna
empresa privada en México, o en cualquier otra parte del mundo, paga. Tan
esto es así, que parte de la justificación para proponer
Autonomía de Gestión y Presupuestal para las empresas
públicas, gira en torno de la posibilidad de que éstas administren
su ingreso propio. ¿Con los mismo directores, dedicados a depredar el
patrimonio nacional? ¡Noo!, responden, se establecerían "mecanismos
de transparencia" para los que, paradójicamente proponen la
integración de un consejo de notables, justo como en la empresa
privada.
El presupuesto eléctrico no tiene relación con las tarifas
La mayoría de los especialistas coinciden, además, en que
las tarifas eléctricas deben cubrir los costos de producción.
Cierto, sin embargo, muy pocos reconocen en la formación de precios, el
impacto del elevado costo de los combustibles producto de una estrategia
energética de mercado. En cambio, el gas natural importado fue vital para
las aspiraciones privatizadoras: elevó los precios, que quedaron bajo
control de las transnacionales. ¿Cómo revertir este impacto sin una
política energética independiente?
El ala radical del
neoliberalismo culpa, también, a los elevados salarios y prestaciones que
perciben los trabajadores del sector. Sin embargo, pocos reconocen que el
elevado costo de la deuda adquirida por las empresas públicas de la
electricidad es lo que más contribuye al grave deterioro de las finanzas
públicas. Pretenden ignorar que, la llamada "apertura" del sector
eléctrico, que fue un bastión del gobierno para capturar
inversión extranjera directa a partir del sexenio de Ernesto Zedillo,
cobra una factura muy elevada.
La violación constitucional, a
través de las reformas a la legislación eléctrica
secundaria de 1992, sintetizadas en el considerando noveno de la sentencia sobre
la controversia constitucional interpuesta por el legislativo ante la Suprema
Corte de Justicia de la Nación tenía, como primer destinatario,
afectar la prestación del Servicio Público de Energía
Eléctrica, convertido a partir de entonces en un mercado
eléctrico, según el cual, se asignó a las empresas
públicas el papel de "comprador único".
En la denuncia que
interpusieron los senadores Bartlett y Rocha ante la Auditoria Superior de la
Federación (ASF) quedó detallado el "modus operandi" de algunas de
los permisionarios con respecto a la venta de energía para el servicio
público. La Auditoria concedió la razón a los legisladores
emitiendo una serie de "observaciones" a la Comisión Reguladora de
Energía (CRE) como responsable del otorgamiento de los permisos
violatorios de la Constitución. No obstante, la acción de la
Auditoria fue invalidada por la misma Corte, a petición de Vicente Fox
quien, invocando el mecanismo de controversia constitucional, logró
evadir la acción de la ASF.
El resultado es que, a la fecha, la
CFE destina una parte importante de su presupuesto a la compra de energía
a los generadores privados y otra, igualmente sustanciosa, para el pago de su
deuda, buena parte contraída para reconfigurar el sistema
eléctrico y operar bajo el esquema de un mercado eléctrico. Estas
partidas presupuestales no tienen relación con las transferencias que la
paraestatal realiza a Hacienda, producto de la venta de servicios.
¿Para qué un mayor presupuesto?
Como cada año, la rebatiña por el reparto de los recursos
del presupuesto federal es tarea de toda clase de burócratas habilitados
de funcionarios públicos. En el caso de los directores de las empresas
públicas del sector eléctrico, buscan la posibilidad de ejercer un
mayor gasto, amenazando --como única razón-- la necesidad de
cubrir la demanda nacional de electricidad y evitar el riesgo de un colapso en
el sistema eléctrico. No obstante, proponen proyectos que no aseguran el
mantenimiento mínimo de los elementos del sistema eléctrico
nacional.
En el caso de la CFE, considerando que aún dispone de un
parque de generación importante que le permite general poco más de
la mitad de la energía que distribuye, tal vez pudiera pensarse en el
cumplimiento parcial de dichos objetivos. Sin embargo, en el caso de Luz y
Fuerza del Centro (LyFC), esto es prácticamente imposible, habiendo sido
convertida en una empresa distribuidora, casi sin generación propia por
decisión política. Recientemente, LyFC aumentó su capacidad
de generación, pero dentro de los límites estrictamente
indispensables para mantener técnicamente la estabilidad del sistema
eléctrico en la zona central, pero su capacidad real es
marginal.
El caso es serio, porque aunado a lo anterior, LyFC enfrenta
otros problemas operativos, igualmente graves. Particularmente, presenta un
elevado índice de pérdidas eléctricas, entre las que
destacan las llamadas "pérdidas no técnicas", es decir, aquellas
derivadas del robo de electricidad o de la alteración de la
facturación. Ante esto, la administración de la empresa ha venido
ejecutando diversos programas orientados a la "recuperación" de
pérdidas, consistentes en obras costosas y poco exitosas, tales como,
blindar las redes de distribución y reemplazar indiscriminadamente los
medidores. Todo esto sin realizar un diagnóstico previo que permita
evaluar la efectividad de dichas medidas. Va ya una década de invertir en
proyectos similares, con resultados realmente funestos, ya que, las
pérdidas lejos de disminuir aumentan inexorablemente año con
año.
Se padece, efectivamente, una escasez permanente de recursos
económicos pero parte del problema deriva de su aplicación
inadecuada. La propia administración de LyFC reconoce que actualmente
más de un millón de servicios están operando
"irregularmente", sin contrato o contratados bajo esquemas tarifarios
provisionales, o de plano "colgados", es decir "autoconectados" a la red. No
obstante, mientras se cambian medidores a discreción, no se dispone de
personal, materiales ni equipo de medición suficiente para regularizar
más servicios.
Entre tanto, importantes obras de mantenimiento,
incluso las que afectan al parque de generación, quedarán "sin
asignación de recursos en el 2009". El proyecto de presupuesto oficial
revela así que, la mayor parte de los programas y proyectos de
inversión de LyFC para el 2009, etiquetados como incremento de la
infraestructura económica de la entidad, en realidad son para la
rehabilitación y modernización de dispositivos básicos que
van desde subestaciones hasta transformadores de distribución,
interruptores e, incluso, cable y equipos de conexión.
Es decir,
el presupuesto asignado a LyFC es apenas de supervivencia (como el de la CFE o
Pemex), por lo que llama la atención que algunos trabajadores hagan coro
a la administración neoliberal, limitándose a exigir
también "más presupuesto". La esperanza es, tal vez, que ello
signifique la posibilidad de mejorar o, al menos, mantener su ingreso. ¿De
veras no hay más alternativa para el movimiento obrero que la "lucha"
economicista?
Estrategias neoliberales ¿bandera obrera?
El Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se ha venido resistiendo a
la desaparición de la empresa LyFC, su fuente directa de trabajo,
prácticamente desde el momento mismo de la nacionalización
eléctrica de 1960. En aquella época, LyFC generaba más de
la mitad de la energía que distribuía; hoy día no genera ni
el 2%, y su área "de influencia" quedó reducida
geográficamente a casi la mitad. Aunque operativamente dicha influencia
se extiende a una a región mucho mayor, incluida en zona central de la
CFE, el deterioro y la marginación de LyFC son evidentes. Ante esta
realidad ¿cabe seguir sumándose, conciente o inconcientemente, a la
estrategia neoliberal diseñada supuestamente para "salvar" a la empresa?
Lo que urge rescatar es a la Industria Eléctrica de México. Solo
de esta manera, los electricistas cumplirán su papel
histórico.
En años recientes, sucesivas representaciones
sindicales del SME han tolerado la invasión de funciones
estratégicas por parte de contratistas privados, que realizan obras y
servicios que deberían ejecutarse por administración directa, es
decir, con trabajadores sindicalizados. Un caso es la tan llevada y
traída modernización de LyFC, encargada primero a la trasnacional
basada en España, Unión FENOSA, la cual, luego de desperdiciar
importantes recursos financieros de LyFC, fracasó al no entregar
funcionando los sistemas informáticos que supuestamente
posibilitarían un mejor desempeño.
Luego, ante la protesta
de los trabajadores, se contrató al Instituto Politécnico Nacional
(IPN), con resultados a la fecha indeterminados, no obstante haberse cumplido ya
los plazos establecidos, en un proyecto que no recibirá más
recursos, cuando menos para el año siguiente, según el proyecto de
presupuesto presentado por la administración. ¿Y el convenio de
productividad recientemente firmado por la representación sindical y la
administración de la empresa, con funcionarios de primer nivel como
"testigos de honor"?
No es el único caso, por lo que, es un grave
error asumir acríticamente la "estrategia de empresa", diseñada
por los funcionarios neoliberales de LyFC para imponer en la empresa el modelo
de gestión privada. Los últimos años han demostrado que,
por la vía de la conciliación, los electricistas se han quedado
reducidos a una política coyuntural, irremediablemente a la defensiva y
siempre en desventaja ante la amenaza de la "competencia" del sector privado,
que solo espera su caída para apropiarse de ese importante sector de la
economía nacional.
Los electricistas no podemos seguir evitando la
discusión sobre la necesidad urgente para la nación de concluir la
integración de la industria eléctrica nacionalizada. Al movimiento
actual no le falta un programa propio. Parece olvidarse que la lucha y el
programa fueron violentamente interrumpidos por el estado en 1976, con la
represión a la Tendencia Democrática (TD).
Por nuestra
parte, desde el FTE, reivindicamos y actualizamos el programa de lucha de la TD
llamando a los electricistas de México a integrar la organización
unificada de los electricistas mexicanos, capaz de encauzar la fuerza obrera del
sector integrada a una fuerza obrera y social mayor, que ponga de pié a
los mexicanos y les permita recuperar el control colectivo de sus recursos
energéticos estratégicos.
(b257, 7 oct 2008).
La privatización energética no solamente significa la transferencia
de las funciones constitucionales estratégicas al capital privado
extranjero sino, también, la transferencia de cuantiosos recursos
económicos para incrementar las ganancias privadas