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NOTICIAS, ANÁLISIS Y PROPUESTAS DEL SECTOR ENERGÍA
Volúmen 1 Número 11 / 26 de octubre de 2001
¡NO, a la guerra contra el mundo!

¿A quién beneficia el crimen? ¡Al imperialismo! Ese es, entonces, el asesino. En literatura universal hay muchas referencias similares. Esta podría ser una más.

El pasado 11 de septiembre el mundo fue conmovido al mirar por la televisión, prácticamente en vivo, el derrumbe de los símbolos del capitalismo. En Nueva York, dos aviones comerciales previamente secuestrados fueron impactados contra las torres gemelas del World Trade Center; otro avión más se impactó nada menos que contra el Pentágono. Hubo un cuarto avión del que se supo menos. La logística fue de alta precisión. Miles de horas de vuelo precedieron, seguramente, a los pilotos. Aparentemente, nadie los vió, los vehículos no fueron detectados por la inteligencia militar norteamericana, cruzaron el espacio aéreo sin problemas. El hecho causó multitud de víctimas y dio lugar a severas reacciones contra el terrorismo.

Los medios electrónicos de comunicación se dieron a la tarea de exacerbar los ánimos con un manejo tal vez superior al fascismo. En Alemania, día y noche, se repitieron las imágenes. También en México. De inmediato se inició una verdadera cacería contra enemigos invisibles. Se tenía ya un buen pretexto para proceder impunemente contra todo lo que se mueva. En Praga, un joven fue detenido durante un partido de futbol por gritar consignas contra los gringos y podría estar en prisión los próximos dos años. En México, el gobierno foxista ha puesto en alerta al ejército en todas las zonas militares del país. No nada más, las instalaciones petroleras (terrestres y marinas), eléctricas y nucleares están prácticamente en manos del ejército, armada y policía.

En la lógica del imperialismo todos somos sospechosos. Bush, aparentando lágrimas, urgió al mundo a definirse a favor o en contra de los Estados Unidos. De inmediato, todos los gobiernos (excepto Cuba) se sometieron sin discusión. Los supuestos acuerdos de la ONU, OEA y otros aparatos del imperialismo son sólo medidas burocráticas para aparentar la legalidad y legitimidad de la agresión norteamericana.

Esta vez se escogió a Afganistán, un país destruido por sucesivas guerras, la última debida a la innecesaria invasión de las tropas exsoviéticas. La guerra no es contra la religión ni contra el pueblo afgano, ha dicho el gobierno de EU y sus aliados, es contra el terrorismo. ¡Vaya!

En realidad es una guerra contra el mundo, porque en todas partes se han tomado medidas que afectan seriamente las libertades civiles. Ahora, todos estamos secuestrados y somos rehenes de las cúpulas imperialistas. En varios países se promueven ya medidas legislativas para imponer mayores restricciones a los pueblos. Se trata de reformular el esquema de la sociedad policíaca.

Serenidad, recomendó Fidel Castro. No le volvieron a hacer caso. El 7 de octubre, la fuerza aérea norteamericana inició los bombardeos contra Afganistán. Miles de bombas fueron arrojadas desde vehículos no tripulados. Como en otras ocasiones, falló la precisión de los viejos misiles y las víctimas fueron, nuevamente, civiles.

¿Porqué y para qué? Varias razones tienen los gobernantes norteamericanos para atacar al mundo e inventar guerras donde mejor les parezca. Políticamente, el imperialismo se reposicionaría lidereado por los EU, aunque no todos comparten su optimismo. Hay aliados que desean pronto entrar en combate. Es el caso de Inglaterra y Alemania, pero también existen fuertes contradicciones con otros gobiernos en razón de la oposición de sus propios pueblos. En varias partes de Europa, Asia y los propios EU se han estado produciendo importantes manifestaciones de protesta.

Desde el punto de vista económico es evidente que los EU tratan de salir de sus crisis favoreciendo una economía de guerra. En este sentido, les es importante deshacerse de sus arsenales obsoletos para reemplazarlos por nuevos modelos. Con ello acrecientan su poderío militar y logran una recuperación elevada de ganancias centrada en la tecnología de guerra.

La geopolítica tiene otras consecuencias. Afganistán carece de infraestructura industrial, de manera que, al bombardear al país los afganos pueden perder la vida, pero eso es parte de los gastos de operación, lo importante es que no se perderían medios de producción de propiedad capitalista. Lo que sí interesaría son los recursos naturales energéticos.

Afganistán es un país en extrema pobreza e ignorancia. Los que van a morir ni siquiera se enteraron que fueron derrumbadas las torres gemelas. El 95% de los afganos (hombres y mujeres) no saben leer, no tienen teléfonos celulares, ni televisión, ni internet. La industria eléctrica es prácticamente inexistente, fue destruida durante la última guerra. En el país hay solo un canal de televisión y, para verlo, hay que conectarse a las baterías de los viejos y escasos automóviles. En todo el territorio existen únicamente 600 teléfonos inservibles. Lo importante es que Afganistán produce petróleo y gas. Los volúmenes actuales son pequeños pero el país se encuentra ubicado en medio de los horizontes geológicos de petróleo en Asia.

El ejército norteamericano está empleando contra la población diversos tipos de armas, desde los viejos misiles Tomahawk hasta bombas desmoralizadoras que primero producen hemorragias por la nariz y los oídos. No se descarta que utilicen armas químicas y biológicas. Tan es así, que ésta es la mayor preocupación en Europa. Desde ahora, los EU culpan ya a los "terroristas" en espera de reacciones en los 55 países donde hay presencia islámica.

A los Estados Unidos se debe en mucho la postración que existe en Afganistán. Fueron ellos mismos quienes auspiciaron a los talibanes en guerra contra la exURSS. Ellos mismos los entrenaron y apoyaron para hacer barbaridades. Al asumir el poder, el gobierno talibán proscribió a los sindicatos, se proclamó anticomunista y asesinó a valiosos dirigentes sindicales, particularmente de los maestros.

Ahora, el gobierno norteamericano se quiere deshacer del gobierno fundamentalista de Afganistán apoyando política, económica y militarmente a la Alianza del Norte y esperando revivir a un viejo rey exiliado en Italia. Se trata de un verdadero desastre para el pueblo afgano. Sin embargo, el sentimiento antinorteamericano ha crecido.

En varios países de Africa, Medio Oriente y Asia, el antimperialismo de los pueblos nada tiene que ver con el terrorismo del que hablan los EU, se trata de luchas que tienen razones históricas y cuya solución ha sido impedida precisamente por los gobiernos norteamericanos.

La lucha es de clases no de etnias ni religiones, aún en países donde pareciera que se vive en la edad media. Respecto a las formas de lucha, el terrorismo no es propio de la clase obrera, es más bien característica del imperialismo. Este tiene todos los medios para ejecutar acciones terroristas, además, su política es justamente terrorista. El aniquilamiento por hambre de pueblos enteros, la insalubridad en grado extremo, la ignorancia funcional, el aplastamiento violento de las masas opositoras son hechos, no definiciones, promovidos por los gringos. Ahora mismo, el terrorismo tomado como pretexto da lugar a hechos abiertamente terroristas. Someter al mundo, esclavizar a todos los pueblos, es la consigna imperialista. A su alrededor ya están acuerpados varios sectores políticos y empresariales. Los gobiernos de algunas partes, como Latinoamérica, dan pena por mediocres y carentes de dignidad; la única excepción es Cuba.

¿Podría haber un mejor futuro entregándose al imperialismo? ¡No! Los trabajadores del mundo no podemos abstenernos en política. Por supuesto que esta guerra no es nuestra, pero nos atañe en la medida en que está declarada contra el mundo del que formamos parte y porque, en el fondo, está orientada contra el contrario histórico del capitalismo: la clase obrera.

Los gringos no saben lo que les espera, por ello es que han pedido a los guionistas de Hollywood que elaboren propuestas de ficción sobre diversos tipos de ataques nuevos a los EU. Para los trabajadores, sin embargo, no hace falta ver más películas, lo que se requiere es avanzar firmemente en la organización, la dirección y la movilización.

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