F.J. Sainz, A. Rivera
FRENTE DE TRABAJADORES DE LA ENERGIA
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La minería, los textiles y los ferrocarriles
impulsaron el desarrollo capitalista en México, consolidado durante el
porfirismo, con base en la inversión extranjera. Las condiciones de
explotación obrera y campesina llegaron al exceso. En severas
condiciones, las ideas libertarias de Ricardo Flores Magón se extendieron
a varias partes del país. En Cananea hubo presencia magonista organizada.
Los acontecimientos se precipitaron mediante la acción directa de los
trabajadores. Sin derecho de huelga, ni de organización propia, los
mineros estallaron la huelga enarbolando la jornada de 8 horas. La huelga fue
violentamente reprimida por la dictadura porfirista y los rangers
norteamericanos. Pero, ésta y otras acciones obreras abrieron un ciclo,
todavía inconcluso, anunciando la Revolución
Mexicana.
De la colonia al
capitalismo
En México, el paso del estado colonial al
México independiente produjo el deterioro económico, la
caída de la industria existente (artesanal), y el aumento de las
importaciones. La manufactura local, basada en pequeños talleres
familiares, producía en función de las necesidades de los contados
mayoristas y de los pequeños comerciantes de la propia
región.
El despojo de tierras facilitó la
sustitución de pequeños talleres por fábricas a las que,
los trabajadores expulsados del campo quedaban atados, además, del
endeudamiento en las tiendas de raya [11].
El pueblo mexicano, entonces
mayormente indígena, conservaba una estructura económica basada en
la propiedad comunal de la tierra y la producción para el consumo. El
intercambio existía en base a excedentes, por productos de otras
comunidades, con un valor establecido más por el uso que por el cambio.
La dinámica liberal incrementó el comercio, trastocando dichas
estructuras [10].
Aparecieron nuevas clases sociales por efecto de la
apropiación privada de grandes extensiones de tierra y la
concentración industrial en ciertas áreas productivas. Hacia
allá se movilizaron grandes núcleos campesinos, dedicados hasta
entonces a la actividad agropecuaria, y se desarrollaron nuevas clases
sociales.
Inicialmente fue la riqueza minera la que atrajo a los
capitalistas pero la “desamortización”, más bien
despojo, de la tierra favoreció el desarrollo de una red ferroviaria y,
con ésta, la producción agrícola industrial y ciertas
áreas de la
manufactura.
Minería y
ferrocarriles
Hacia finales del siglo XIX la economía
nacional estaba controlada por capitalistas extranjeros, por lo que, su
desarrollo no obedeció a necesidades nacionales ni sociales sino a la
ambición modernizadora de una élite liberal.
La
minería, luego de varios siglos de sostener a la corona española,
se encontraba en condiciones casi de agotamiento. Sin embargo, el ferrocarril
permitió incorporar a la producción nuevos yacimientos que, por su
aislamiento o mineral de menor ley, no se consideraban rentables. El ferrocarril
facilitó, también, la instalación de las primeras
fundidoras y beneficiadoras de mineral, de mayor escala.
Este modelo de
desarrollo industrial transformó el mundo del trabajo sentando las bases
para la formación de una clase obrera. De una población total de
15 millones de habitantes en México, solo medio millón
tenía una actividad económica fija, el resto carecía de
trabajo [10].
Aún quienes tenían ocupación
remunerada, carecían de seguridad social, atención médica o
indemnización, a pesar de las insalubres e inseguras condiciones de
trabajo. Se hizo oficial la política de no aumentar los salarios y
mantener altas las cargas y jornadas. El trabajo pesado de mujeres y
niños era común, sin ninguna consideración especial y
recibiendo menor paga.
Un problema aparte consistía en la
condición de privilegio de los trabajadores extranjeros respecto de los
mexicanos.
Magonistas en
Cananea
Todos estos problemas caracterizaban la situación
que se vivía en la Cananea Consolidated Copper Co., emporio del cobre
ubicado en Sonora, que el gobierno mexicano concesionó en 1898 al
aventurero norteamericano William Cornell Greene.
Luego de 20 años
de dictadura, el surgimiento de los clubes liberales a principios del siglo XX
propició el auge de la prensa de oposición. Ante la
represión, germinó la solidaridad entre periodistas, que se
ayudaban cuando uno de ellos era encarcelado o cuando una prensa era clausurada.
En ese contexto surge Regeneración, semanario publicado por los
hermanos Jesús y Ricardo Flores Magón [8, 18, 67].
De
“Periódico Jurídico Independiente”,
Regeneración pasó pronto a ser “Periódico
Independiente de Combate”, caracterizado por la utilización
consecuente de la prensa independiente para librar importantes batallas de
ideas, que contribuyeron apreciablemente al surgimiento de un enorme movimiento
revolucionario. Regeneración era el espacio que muchos mexicanos
reclamaban. Publicar el periódico fue un gran acierto
político.
Esteban Baca Calderón, uno de los dirigentes de
la huelga de Cananea, junto con Manuel M. Diéguez, Lázaro
Gutiérrez de Lara y otros, fundaron la Unión Liberal Humanidad,
que promovía las ideas libertarias de Ricardo Flores Magón a
través del periódico Regeneración.
La primera
aparición pública de la Unión fue en la
conmemoración del 5 de mayo, que les permitió vincularse, entre
sí y con los obreros del mineral
[7].
Estallido de la
huelga
En la noche del 31 de mayo, dos mayordomos de la mina
Oversight informaron a los rezagadores y carreros que desde el día
siguiente la extracción del metal quedaría sujeta a
contrato.
Esto no quería decir que los obreros se
convertirían en contratistas sino que se les obligaría a trabajar
en lo sucesivo a destajo, por los consabidos tres pesos de salario. El contrato
de extracción de metal se celebraba entre los dos mayordomos citados y la
compañía.
En consecuencia, los mayordomos quedaban
facultados para reducir el número de trabajadores y recargar la fatiga en
los que continuaran en servicio. Se les daba a los contratistas la oportunidad
de alcanzar muy fuertes ingresos metálicos a costa del esfuerzo de los
mexicanos.
En la madrugada del 1° de junio de 1906 un conglomerado
de mineros mexicanos se amotinaron a la salida de la mina, precisamente a las
puertas de la oficina de la Cananea Consolidated Cooper Co., y prorrumpieron en
gritos: "¡Cinco pesos y ocho horas de trabajo!" "¡Viva
México!".
Esteban Baca Calderón y Manuel M Diéguez,
a petición de los mineros, encabezaron la manifestación de
protesta contra los abusos de la compañía [12, 13, 19, 46, 82].
Ambos, miembros de clubes liberales, veían con contrariedad la
intempestiva resolución de los mineros, porque consideraban que sin
organización y preparación, la huelga estaba condenada al
fracaso.
Pliego de
peticiones
Esteban Baca Calderón escribió sobre la
marcha, con el fin de someterlo a la consideración de los delegados, y
que sirviera de orientación en la discusión con los representantes
de la empresa, un memorándum en estos términos:
I. Queda el
pueblo obrero declarado en huelga.
II. El pueblo obrero se obliga a trabajar
bajo las condiciones siguientes:
1) La destitución del empleo del mayordomo Luis (nivel 19).
2) El sueldo mínimo del obrero será de cinco pesos con ocho
horas de trabajo.
3) En todos los trabajos de "Cananea Consolidated Cooper Co." se
emplearán el 75% de mexicanos y el 25% de extranjeros, teniendo los
primeros las mismas aptitudes que los segundos.
4) Poner al cuidado de las jaulas a hombres que tengan nobles sentimientos
para evitar toda clase de irritación.
5) Todo mexicano, en los trabajos de esta negociación, tendrá
derecho al ascenso, según se lo permitan sus
aptitudes.
Cero
negociaciones
A las 10 de la mañana, los representantes de
los huelguistas se presentaron en las oficinas de la comisaría del
Ronquillo, en donde los esperaba el apoderado de la negociación y las
autoridades del lugar. Una multitud de obreros, alrededor de 1,200, se
instaló frente a la comisaría para conocer pronto el resultado de
las gestiones.
Fue Manuel M. Diéguez quien dio a conocer las
pretensiones de los obreros, haciendo saber que estaban inconformes con la
preponderancia y la diferencia de los salarios que gozaban los extranjeros, con
las largas jornadas de 10 y 11 horas y con los salarios de $3.00 diarios. En
cambio pedían $5.00 como sueldo mínimo uniforme, 8 horas como
jornada máxima de trabajo y la destitución y cambio de algunos
capataces que se significaban por su odio hacia los mexicanos.
El abogado
de la empresa calificó de absurdas las peticiones. Ante la resistencia de
los representantes de la empresa los delegados creyeron conveniente formular una
petición escrita y más conciliadora.
Mientras, el
presidente de la compañía y los funcionarios del Gobierno Mexicano
se intercambiaban mensajes, planeando entre todos ellos la supresión de
la huelga y el severo castigo de los
promotores.
¡Cinco pesos, ocho
horas!
Una columna de huelguistas, en número de más
de 1,500, se dirigió serpenteando por entre lomas y cuestas hacia
Ronquillo. A su paso, camino abajo, se les unieron por lo menos otros 500
trabajadores, y a poco caminar como 200 más de diversas secciones. Frente
a la Fundición, cerca de 1,000 hombres seguían atareados en sus
labores. Unos cuantos comisionados les demandaron a gritos su solidaridad al
movimiento y aquellos empezaron a paralizar los trabajos para, lanzando
«hurras» a la huelga, aprestarse a engrosar las
filas.
Más de una docena eran las banderas mexicanas y los
estandartes con diversas inscripciones alusivas desplegados por los huelguistas.
Resaltaba uno, con la siguiente inscripción: «CINCO PESOS, OCHO
HORAS» y una bandera grande blanca, y una roja, al frente de la
columna.
Ningún acto de violencia, ningún insulto procaz,
nada que denunciara inconsciencia o indisciplina en todos aquellos trabajadores
de tosca y sucia indumentaria, de manos y rostro oscurecidos por el
trabajo.
La columna, en orden perfecto, cruzó la Mesa Norte por
las calles de Chihuahua rumbo a la maderería, seguida por dos
automóviles tripulados por 30 americanos armados, escoltando a Mr. Greene
y a Mr. Dwight. Al llegar a la maderería, los manifestantes hicieron alto
y empezaron a llamar a gritos a los trabajadores, a quienes se les había
cerrado el portón para impedir que se unieran a los
huelguistas.
Provocación a
huelguistas
Jorge A. Metcalf, avisado por alguno de los altos
jefes de la empresa del próximo arribo de la marcha, se había
preparado convenientemente para destruir, a todo trance, sus planes. Sin esperar
a que los huelguistas trataran de forzar la entrada a sus dominios, entre
él y su hermano Guillermo, bañaron con poderosas mangueras de
presión a los huelguistas.
Los provocadores pagaron las
consecuencias. Los huelguistas forzaron el portón. Varios disparos de
rifle hechos por los Metcalf, mataron a uno de sus compañeros e hirieron
a varios más. Uno de los huelguistas, con el fin de desalojar de su
parapeto a los agresores, le prendió fuego a la oficina obligando a Jorge
Metcalf a saltar afuera por una de las ventanas para ser recibido a pedradas,
una de las cuales lo hizo rodar por tierra para ser rematado con su propia
arma.
Guillermo vengó a su hermano disparando su rifle contra unos
obreros, otros lo persiguieron y fue despojado y muerto, con su propia
arma.
La represión de los
Rangers
Greene, que disponía de 200 “rangers”
reclutados e introducidos a México por cuenta propia, solicitó y
obtuvo apoyo adicional tanto del gobierno de México como del de Estados
Unidos.
El gobernador Izábal de Sonora acudió personalmente
a cumplir las órdenes del capitalista extranjero, desembarcando el 2 de
junio al mando de 30 rurales, habiendo con anterioridad ordenado al coronel
Kosterlitski, con 20 rurales y 30 gendarmes fiscales mexicanos, que avanzaran al
mineral.
La presencia extranjera levantó la indignación y
el coraje del pueblo. No obstante, Greene ordenó su despliegue en todo el
mineral para salvaguardar los bienes de su empresa, dedicándose a
reprimir y apresar a los valientes mineros, que de una manera tan viril
habían despertado su conciencia de clase.
Acosados por el hambre,
muchos volvieron al trabajo, otros emigraron a los demás minerales y a
los Estados Unidos, rumiando su coraje proletario. Los dirigentes de la huelga
fueron enviados a San Juan de Ulúa, la prisión de máxima
seguridad de la época.
Programa
del PLM
Un mes después de los acontecimientos de Cananea,
el 1º de julio de 1906, apareció publicado el programa del Partido
Liberal Mexicano [15]. Allí se indica que, "Los puntos de este programa
no son ni pueden ser otra cosa que bases generales para la implantación
de un sistema de gobierno verdaderamente democrático. Son la
condensación de las principales aspiraciones del pueblo y responden a las
más graves ingentes necesidades de la patria".
Algunas propuestas
del programa (Capital y Trabajo) eran:
- Máximo de 8 horas de trabajo
y salario mínimo con pago en efectivo y sin descuentos o multas.
-
Prohibición del empleo de menores de 14 años.
-
Indemnización en caso de accidente de trabajo.
y otras, cuyo
espíritu sería registrado más adelante en la
Constitución de 1917.
Preludio
de la Revolución
Pocos meses después de Cananea, se
suscitó la huelga de los trabajadores textiles, fundamentalmente de
Río Blanco, Veracruz, que fue particularmente cruenta, pero que
sirvió para el crecimiento del proletariado rural en su encuentro con el
industrial, en conjunto con la nueva burguesía rural y urbana marginados
de los negocios y el desarrollo empresarial, y del poder
político.
La huelga de Cananea no puede interpretarse en
términos absolutos de improvisación ni de subversión. Fue
una acción directa de lucha de clases en las condiciones de la
época. No había sindicatos ni derecho de huelga.
El
movimiento fue reprimido, pero abrió un ciclo que no se ha cerrado. Al
poco tiempo dio comienzo la Revolución Mexicana.
¡Salud y Revolución Social!
Marcha minera para entregar el pliego de peticiones, 1 de junio de 1906
Cananea Consolidated Cooper Company, 1906
Maderería en llamas