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Volumen 7, Número 92, septiembre 7 de 2007  

Organización obrera afiliada a la FEDERACIÓN SINDICAL MUNDIAL

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DECLARACION FINAL



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La dinámica energética e hídrica del mundo, y las luchas sociales de los pueblos en resistencia, se ubican en el contexto de la crisis capitalista actual y el esfuerzo por caracterizar a ésta es una necesidad para los trabajadores que luchamos por cambiar el actual estado de cosas. La comprensión de la periodización del capitalismo tiene importancia para entender mejor la presente crisis que viene de fines de los años 70s. La periodización del capitalismo se basa en el estudio de sus manifestaciones internas, esto es, en la dinámica interna del proceso de acumulación. Para la evaluación de la fase capitalista actual es crucial el criterio fase-crisis.

La caracterización de la fase actual del capitalismo plantea, también, el análisis de las clases sociales hoy en día, las relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo, y las luchas sociales y políticas de las masas. En la lucha de clases se distinguen dos posiciones básicas. 1- la simplificación de la lucha a la contradicción capital-trabajo referida a la lucha economicista. Este enfoque tiene dos facetas, una, es la relación salarial y, otra, las transformaciones del proceso de trabajo, y 2- la subordinación de la lucha de clases a las contradicciones aparentes Estado vs. Corporaciones transnacionales. En otra perspectiva, la contradicción se expresa como la internacionalización del capital contra el nacionalismo económico y político. En todos los casos, hay, sin embargo, una subvaloración de la contradicción capitalismo-socialismo.

Precisamente, a la caída del socialismo en Europa oriental, el imperialismo inició una severa ofensiva para apropiarse de la infraestructura industrial desarrollada durante un largo período en esos países. La medida se extendió a todo el mundo reforzando la hegemonía capitalista. Las dimensiones de esta hegemonía, representada por Norteamérica, la Unión Europea y Japón, incluyen los niveles económico, político, social, cultural y militar, cada uno con especificidades concretas interrelacionadas.

Los procesos de trabajo siguen siendo determinados por las materias primas que, en el caso de la energía y el agua, constituyen recursos naturales primarios convertidos en “mercancías” de costo cero para el capitalista tratándose de las materias primas. Otro aspecto esencial del capitalismo sigue siendo la explotación de los trabajadores con la extracción de la plusvalía relativa característica de la época de la gran industria.

Las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de los trabajadores del mundo siguen siendo precarias. No obstante el perfeccionamiento de las máquinas, la aplicación de la ciencia a la producción, la influencia de los medios de comunicación, la creación de nuevos mercados, el libre comercio, ninguna ni todas estas cosas juntas están en condiciones de suprimir la penuria de la clase obrera; al contrario, cada nuevo desarrollo de las fuerzas productivas ahonda más las contradicciones sociales y agudiza los antagonismos de clase.

En la presente época, la clase obrera también se ha reconfigurado y, junto a las generaciones de proletarios de la manufactura y la gran industria, coexiste una nueva generación de trabajadores ubicados en la industria moderna altamente tecnologizada. La automatización ha cambiado las formas de trabajo, un amplio número de actividades se orienta a los servicios y la mayoría de los trabajadores no están organizados. De hecho, el movimiento sindical sigue agrupando a la minoría de trabajadores y, en muchos casos, la sindicalización disminuye por razones sociales y políticas. En otros casos, se vive una situación carente de dinámica social.

Entre tanto, bajo la hegemonía imperialista, el mapa geopolítico se reconfigura, la economía se reestructura y el mundo se divide más aún. Pero en todos los casos, la presencia de la fuerza natural (la fuerza de trabajo) y la fuerza social (el capital) está presente en todo el mundo y, entre ambas, continúa el persistente conflicto manteniendo vigente a la lucha de clases.

La imposición del neoliberalismo, por vías aparentemente legales o intervenciones armadas, tiene su primera relación con la propiedad privada de los medios básicos de producción e incluye a las materias primas. Pero, el neoliberalismo tiene también un componente ideológico que el capitalismo introyecta masivamente para desmovilizar, desorientar y someter la resistencia de los trabajadores y los pueblos. Esto ha repercutido al seno de la clase obrera y, en muchos casos, se ha producido el abandono de principios y programas para sustituirlos por la colaboración de clases en sus diversas vertientes. Como hace mucho tiempo, el objetivo del capitalismo es apartar a los trabajadores de la lucha política hasta hacerlos olvidar sus objetivos históricos.

Esta situación empezó antes de la caída del socialismo en Europa oriental pero, sus consecuencias, han afectado al movimiento sindical y a las organizaciones políticas de izquierda para subsumirlas en la sola lucha electoral y las reivindicaciones inmediatas mínimas, con grandes retrocesos organizativos y políticos.

Socialmente, la clase obrera del mundo sigue siendo fuerte por su número pero su debilidad política es enorme. Es preciso comenzar de nuevo y considerar que la unidad proletaria, forjada con una organización adecuada y una correcta dirección política, sigue siendo un deber político del movimiento obrero. Hoy en día, para los trabajadores están vigentes varias tareas políticas de primera importancia. Una de éstas, es la necesaria formulación y desarrollo del Programa y del Plan de acción unificado, con base en principios de clase. Esto requiere promover la lucha social, el desarrollo de la conciencia, el análisis crítico y la visión de una política alternativa a la barbarie capitalista. Otra de las tareas fundamentales, es la práctica de la solidaridad proletaria internacional, misma que debe ejercerse entre todos los sectores incluyendo a trabajadores activos, jubilados, inmigrantes y desempleados, hombres y mujeres, niños, jóvenes y adultos, del campo y de la ciudad.

Defender los recursos naturales del planeta, entre ellos, los energéticos, el agua y el medio ambiente, tiene una importancia indiscutible. Organizar la resistencia global contra el imperialismo y sus vertientes de fascismo, ejercer el derecho a la vida y al trabajo, defender el patrimonio de los pueblos y la propiedad de las naciones sobre su infraestructura física, continental y marina, está en la agenda de la lucha obrera.

En el actual escenario de la lucha de clases, en la lucha contra las privatizaciones y la explotación de las corporaciones imperialistas, el papel de los trabajadores es determinante en alianza política con otras fuerzas sociales dispuestas a movilizarse unificadamente en cualquier parte del mundo. En esta lucha ha habido algunos avances y muchos retrocesos, en algunos casos con luchas ejemplares y, en otros, con amargas experiencias. Ha sido, precisamente, donde los trabajadores y demás sectores sociales han tomado conciencia de sus grandes deberes políticos, que se han logrado esos avances. Ha contado, también, la presencia de gobiernos sensibles a las aspiraciones de independencia y soberanía de los pueblos en lucha. Pero, en cualquier proceso social, la organización de los trabajadores, manteniendo su independencia de clase, constituye una premisa fundamental para la consolidación de esos procesos.

Para la clase obrera no existen victorias ni derrotas definitivas. El interés de los trabajadores está en la extensión y consolidación del movimiento, cuidando dentro de éste a su propio futuro. La lucha por el agua, la lucha por la energía, son tares obreras para ejercer derechos sociales, mantener un planeta limpio y solidario, sin contaminación ambiental, sin explotación, sin explotadores y sin capitalismo.

¡Proletarios de todos los países, uníos!


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