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Organización obrera afiliada a la FEDERACIÓN SINDICAL MUNDIAL

Volumen 6, Número 81, noviembre 30 de 2006

2006, Cien años de la huelga minera de Cananea (México)

Cien años de lucha de clases
en México /VI

Obregón, artífice de Carranza para someter (y reprimir) al movimiento obrero.
Con Luís N. Morones, la CROM y Calles, se oficializó el colaboracionismo de clase.
Después, Cárdenas y Lombardo institucionalizaron el corporativismo sindical.
La pérdida de la independencia de clase, tragedia obrera casi centenaria.
Tareas políticas: conquistar la democracia, recuperar la independencia de clase.


Esta no es la historia oficial, ni completa ni única; se trata solamente de una historia contada por los trabajadores, desde el interior del movimiento. Hace falta mucha investigación de los hechos y, ante todo, una interpretación política obrera. De Cárdenas se ha escrito bastante y se ha hablado bien de su obra pero hay eventos poco gratos, especialmente para el movimiento obrero. De Lombardo se reconocen sus aportaciones, especialmente en los inicios de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), pero no se ha evaluado críticamente su política de subordinación al Estado. El cardenismo y el lombardismo institucionalizaron el corporativismo sindical, hecho pernicioso, y calamitoso, hasta el día de hoy. En el centro del debate está la independencia de clase, misma que tempranamente perdió el movimiento obrero mexicano.

Carranza envileció al movimiento obrero

La Revolución Mexicana (1910-19) fue anticapitalista e interrumpida violentamente con el asesinato carrancista de Zapata. Es cierto que, algunas de las reivindicaciones propuestas por Ricardo Flores Magón y Emiliano Zapata, fueron recogidas en la Constitución de 1917 impulsadas por el ala izquierdosa representada por Francisco J. Múgica y otros constituyentes. Sin embargo, la Constitución mexicana jamás ha sido respetada. Desde un principio, apenas concluido el congreso de Querétaro, Carranza se opuso a lo dispuesto en el artículo 27 y propuso la primera modificación. Con el tiempo, las modificaciones y reformas se pueden contar por miles, siendo en la mayoría de los casos regresivas, contradictorias o enredosas.

Fueron los ejércitos campesinos de Villa y Zapata los que afectaron la columna vertebral del Estado porfirista al haber “quebrado”, literalmente, al ejército de la dictadura. Pero, el poder de la burguesía terrateniente y latifundista fue abatido en el campo no en la ciudad. Zapata, en su programa, retomó reivindicaciones obreras y protestó contra la represión obrera de Carranza. Pero ni Villa ni Zapata eran proletarios, ni tampoco marxistas. Además, la clase obrera mexicana de la época era incipiente, con presencia en los niveles de la artesanía y las manufacturas; el proletariado industrial era casi inexistente. Lo peor fue que los trabajadores fueron incapaces de entender el proceso social y político de la más grande irrupción de masas después de la guerra de Independencia (1810). La simpatía obrera por Zapata se expresó apenas en el nivel individual.

El golpe de Victoriano Huerta se había producido sin oposición obrera, la confusión política era mucha. Sin embargo, el oportunismo sí prosperó. No obstante que Villa y Zapata habían ocupado la capital del país, la respuesta consecuente de los obreros no se produjo. Al contrario, en el año siguiente (1915), Carranza replegado en Veracruz promovió dos iniciativas políticas serias, a su modo. Una fue la Ley Agraria del 6 de enero de 1915 y, otra, la firma de un Pacto de colaboración con la Casa del Obrero Mundial.

En el primer caso, la iniciativa agraria tuvo el evidente propósito de sustraerle base social a Villa y Zapata con una propuesta alejada de las aspiraciones campesinas. En el segundo caso, la propuesta fue perversa y traicionera. Con la formación de los “Batallones rojos” Carranza, vía Obregón, auspició el enfrentamiento de los obreros contra los campesinos. Enorme mancha negra fue la participación de esos “Batallones” en Celaya donde Villa obtuvo una fuerte derrota.

Ese Pacto de colaboración envileció a los trabajadores de la época, con la sola excepción del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Después, ocurriría lo típico de los gobiernos burgueses: Carranza traicionó a sus “colaboradores”, los reprimió violentamente e, incluso, los obligó a disolverse.

La lucha obrera en México había empezado mucho antes de la Revolución. Durante ésta, se formaron varios sindicatos. El movimiento de los trabajadores logró así una nueva forma organizativa. Sin embargo, no se desarrolló una dirección clasista. Del mutualismo se pasó al gremialismo, la lucha sindical se restringió solamente a los aspectos laborales y reivindicaciones inmediatas. Aunque existieron grupos políticos, incluso, socialistas, su influencia al interior del movimiento era mínima. Eso permitió la orientación anarcosindicalista y, con una práctica política sumamente laxa, la infiltración de agentes del gobierno.

El carrancismo ejerció una severa represión contra los trabajadores. Después de la huelga general de 1916, a través de Obregón, Carranza propuso la disolución de las organizaciones obreras, como la Casa del Obrero Mundial y la Federación de Sindicatos Obreros del Distrito Federal. La propuesta fue aceptada. Después, vino el miedo y la vergüenza. Las reivindicaciones obreras se turnaban al gobierno como “humildes peticiones”.

Obregón y Calles impusieron el colaboracionismo de clase

La táctica de Obregón fue pionera para el sometimiento obrero mexicano. Sin una dirección política propia, el movimiento sindical fue usurpado por oportunistas que, deliberadamente, se convirtieron en colaboracionistas de los patrones y gobiernos en turno.

En 1915, como resultado de la huelga telefónica estallada por el SME, el gobierno carrancista optó por incautar la empresa y entregarla a la administración de los trabajadores. En asamblea general, los electricistas del SME nombraron a Luis N. Morones como gerente general. La administración obrera fue un fracaso pero inauguró una fase que sería retomada después con los mismos adversos resultados. No podía ser de otra manera: la “administración obrera” no es una propuesta obrera porque se trata de una trampa burguesa y es la desnaturalización de la lucha proletaria.

En 1918 se fundó la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), con el patrocinio abierto del gobierno. Su primer “líder” fue Morones. La política seguida con Obregón fue “pactar” el apoyo mutuo. La CROM recibió toda serie de concesiones gubernamentales y viceversa. La CROM fue apoyada por el Estado como la única representante de los trabajadores. Con el apoyo explícito del Estado, la CROM era “reconocida” siempre por los patrones no así por los trabajadores. Cuando hacía falta, la imposición era por la vía violenta utilizando incluso a soldados de línea.

Del gobierno fluían enormes recursos económicos para la CROM así como apoyos políticos para que, sus connotados miembros, recibieran diputaciones, senadurías o gubernaturas. Vicente Lombardo, de la jerarquía cromista, fue gobernador interino de Puebla.

A Obregón le gustaba que le llamaran el “Lenin mexicano”, frase que algunos atribuyen al mismo Lombardo. Álvaro Obregón fue el iniciador del llamado “bonapartismo” en México. También fue pionero en la aclamación obrera y culto a su personalidad. En las marchas del 1º. de mayo se inició la costumbre de “dar gracias” al presidente y éste, a su vez, anunciaba nuevos “beneficios” a los líderes de los trabajadores.

Con Plutarco Elías Calles, el colaboracionismo de clase se oficializó. Calles se decía el candidato de los obreros, algunas veces hasta “bolchevique”. La CROM, por su parte, llegó a formar milicias obreras para apuntalar la campaña política de Calles. Fue durante el gobierno de éste que se promovió a la CROM para establecer relaciones internacionales con la AFL de los Estados Unidos.

Morones y Calles lograron amplia identificación política. El movimiento obrero de la época quedó uncido al Estado. Cuando éste, al final del gobierno de Calles y luego del asesinato de Obregón, recién reelecto en 1928, Morones fue implicado y obligado a renunciar a la secretaría que ocupaba en el gobierno callista. Cuando el Estado le retiró el apoyo, la CROM carente de principios y política propias, terminó por colapsarse y, prácticamente, desapareció.

La experiencia de la CROM, sin embargo, había marcado políticamente al movimiento obrero. Con la CROM, o sin ésta, se había forjado una superestructura de camarillas de líderes obreros que se profesionalizaron. Esa experiencia se ha prolongado hasta el día de hoy y constituye la peor de las lacras para los trabajadores mexicanos.

Subordinación y sumisión al Estado

La llegada de Lázaro Cárdenas al poder se produjo en un contexto de ascenso de la lucha de masas a nivel mundial. En México, la irrupción se producía de diversas maneras. Fue en respuesta a las tendencias del fascismo que los trabajadores tomaron importantes acciones. Una fue la formación del Comité Nacional de Defensa Proletaria y, otra, la formación de la CTM.

Con anterioridad, el escenario había sido dominado por la CROM pero no era la única central. Hacia 1919 se había fundado el Partido Comunista Mexicano (PCM) y, en los 30s, su presencia obrera era muy importante. Al formarse la CTM, Lombardo Toledano fue electo secretario general. Previamente, Lombardo había tratado de reorganizar, sin éxito, una CROM “depurada”.

Los primeros años de la CTM fueron gloriosos. Eso fue debido a la presencia de importantes sindicatos industriales que coexistían con sindicatos de empresa, gremios y oficios. El liderazgo de Lombardo era indiscutible. Durante 1936-37 se produjeron numerosas huelgas y la solidaridad de la CTM estuvo siempre presente decretando paros y otras medidas solidarias.

Pero las tendencias anticomunistas de Lombardo sirvieron al grupo de Fidel Velásquez. Este había sido impuesto en el primer comité ejecutivo de la CTM, mediante una maniobra de Valentín Campa (PCM). En abril de 1937, se realizó la reunión del cuarto Consejo Nacional de la CTM. Durante la sesión se produjo una división, cuando diversas agrupaciones influidas por el PCM abandonaron la asamblea.

A las organizaciones disidentes se les dio un plazo para que aceptaran “como legítimos” los acuerdos del IV Consejo so pena de ser suspendidos en sus derechos. La CTM hizo un llamado a esas organizaciones para que “se sujetaran sin condiciones” a los acuerdos sindicales, por encima de los compromisos de carácter partidista. En junio de ese año, el pleno del comité central del PCM reconoció sus errores y acordó que los acuerdos del IV Consejo de la CTM fueran acatados.

Poco después, las organizaciones “indisciplinadas” regresaron a la CTM. Sin embargo, Lombardo insistía en “disciplinar” a los comunistas. Lo hizo Velásquez, quien a su arribo procedió a la expulsión de los comunistas y del propio Lombardo.

De especial importancia fue el apoyo de la CTM a la huelga de los ferrocarrileros (1936), la huelga electricista del SME (1936) y a la huelga petrolera (1937) que culminó con la expropiación. La CTM también estaba interesada en la organización campesina pero Cárdenas no opinaba lo mismo. En materia política, la CTM y Lombardo tuvieron una amplia participación. Las críticas de Lombardo al PCM no se aplicaban cuando se trataba de apoyar al gobierno en turno. Lombardo, desde el II Consejo de la CTM, llamó a participar en las lides electorales. Lombardo decía que no creía en la “utopía” socialdemócrata de la acción parlamentaria pero que, la intervención en el gobierno tenía como fin “luchar juntos” contra los enemigos de la Revolución.

Con ese discurso borroso, Lombardo consideró que la propuesta de Cárdenas para formar al Partido de la Revolución Mexicana (PMR) que sucedería al PNR de Calles, era “constituir” el Frente Popular de manera amplia. Para la CTM de Lombardo, el PMR “no debe ser un partido exclusivo del proletariado”. El partido debía integrar a los obreros “organizados”, campesinos “organizados”, el Ejército Nacional, y los sectores femeninos, juveniles y de la clase media. En consecuencia, la CTM le otorgó todo su apoyo al nuevo partido. El discurso confuso de Lombardo es evidente pero coherente.

Con relación al Estado, Lombardo consideraba que la CTM “le prestará” todo su apoyo al “gobierno progresista”. Lombardo hablaba de conservar la “autonomía” y “libertad de acción” de la CTM pero, jamás, dijo nada respecto a la independencia de clase, que implica un concepto radicalmente diferente. Más aún, en su informe de 1936-37 escribió que el proletariado “no solo deberá mantener esa alianza” sino que había que luchar porque el gobierno “sea un fiel representante de los intereses del pueblo y un leal ejecutor de la Revolución en marcha”. Esto decía, mientras no desaparezca la fisonomía semifeudal de México y su carácter de colonia, y mientras el fascismo constituya un obstáculo para la transformación del sistema capitalista.

No obstante meritoria labor a nivel nacional e internacional, la retórica lombardista y el lenguaje florido que usaba ocultaban una política dependiente del Estado.

Cárdenas institucionalizó al corporativismo

El cardenismo significó, políticamente hablando, la consolidación del Estado surgido de la tendencia carrancista de la Revolución Mexicana. En aquella ocasión, al ser desbaratado el ejército porfirista, el Estado quedó afectado severamente. Carranza, seguido de Obregón y Calles recompusieron la estructura burocrática del Estado. Incluso, incorporaron corporativamente a los trabajadores “organizados” vía las camarillas de líderes. Cárdenas lo que promovió fue el consenso político “organizado” para un nuevo Estado.

Cárdenas se apoyó en las masas para actos tan importantes como la expropiación petrolera. Pero su política reformista implicó, también, la subordinación de esas masas al Estado y al gobierno en turno. La adhesión del movimiento obrero “organizado”, en este caso la CTM, le permitió a Cárdenas institucionalizar el corporativismo. Cárdenas necesitaba el apoyo de las masas y la CTM, que al surgir había conquistado cierta independencia política, otorgó el apoyo a un costo excesivo. Cárdenas impuso las condiciones de la dominación institucional de los trabajadores por parte del Estado.

El botín del aparato estatal, a través de puestos a varios niveles, fue abierto ampliamente por Cárdenas. Esto había empezado desde la campaña presidencial, en las “consultas” a los trabajadores para elegir candidatos a diputados. Al formarse el PMR, quedó establecido en el Pacto Constitutivo que, las organizaciones de los diversos sectores NO admitirían a ninguna de las otras. De esta manera, la separación entre obreros y campesinos se hizo explícita. El sector obrero estuvo dominado por la CTM y los sindicatos industriales, incluido el SME. Siendo mayoritaria, la CTM decidía la política del sector. Desde entonces, también, se separó a los maestros y trabajadores de la burocracia.

Las funciones políticas se limitaron solo a las electorales. La estructura creada era corporativa. Se trata de corporativismo político orientado al control de las masas.

Este corporativismo tuvo una influencia decisiva en la CTM. Después de Lombardo, Fidel Velásquez se apoyó en el atraso de sus fuerzas, él mismo era iletrado. Pero el diseño cardenista del corporativismo hizo florecer a Velásquez pues las decisiones se tomaban por la cúpulas de las “organizaciones” SIN ninguna intervención de las bases. Se inició así el control férreo de los trabajadores por parte de las camarillas que, hasta el día de hoy, mantienen secuestrados a los trabajadores mexicanos en sus propias organizaciones sindicales.

Cárdenas le expropió la independencia de clase al movimiento obrero de México. La fórmula que siguió fue incorporarlo al aparato del Estado, asociando al movimiento obrero al poder político, pero sin ejercerlo, solamente para apoyar a los gobiernos en turno. Lombardo Toledano fue el gran conductor del proyecto expropiador de Cárdenas.

El movimiento obrero organizado, frase atribuida a Lombardo, vino a sustituir al verdadero movimiento de la clase obrera mexicana. La palabreja es muy vulnerable al análisis teórico y político. Por movimiento obrero organizado se terminó denominando al movimiento obrero oficial, ahora conocido como charrismo sindical. Ese movimiento “organizado” ni es movimiento porque carece de dinámica social ni es organizado porque se refiere solamente a las cúpulas. Ese movimiento es una estructura burocrática que desnaturalizó al movimiento y lo desorganizó llevándolo a la parálisis total y absoluta.

Lombardo fue proclive a ese estilo de liderazgo y Cárdenas aumentó las dosis al “pactar” con los líderes excluyendo explícitamente a las masas. El modelo fue aplicado por los sucesivos gobiernos en turno quienes siempre han pactado con la burocracia y, si hay oposición, viene de inmediato la represión en cualquiera de su modalidades, desde el despido del trabajo hasta el despido del planeta.

Cualquier intento por cuestionar, no digamos eliminar, al corporativismo sindical es un desafío que se puede pagar con la vida. El corporativismo sindical ha llegado a tales niveles que la propuesta de la democracia sindical es un atentado contra la dominación corporativa.

El charrismo sindical está integrado al Estado y depende de éste pero no nada más. El charrismo es parte de una estrategia del imperialismo implementada desde la segunda Guerra Mundial para someter a su contrario histórico en todo el mundo. En México, Cárdenas y Lombardo favorecieron las condiciones para el éxito de esa política.

Las medidas tomadas por Cárdenas se han estimado por muchos como ejemplares y, algunas, tienen un valor indiscutible. Sin embargo, muchas distan de ser idílicas. Algunos han hablado del carácter socializante del cardenismo. La apreciación es confusa. En 1937, Cárdenas expropió a los Ferrocarriles Nacionales con indiscutible acierto. Luego, puso la administración en manos de los trabajadores.

Muchos lo celebran pero los resultados fueron frustrantes, la administración obrera fue un fracaso. No podría ser de otra manera. La industria estaba en ruinas, altamente endeudada y con multitud de problemas, especialmente financieros. Los trabajadores tuvieron que cargar con semejante responsabilidad. La situación se hizo peor: el sindicato representaba, al mismo tiempo, los intereses de los trabajadores y los de la empresa, era sindicato y patrón al mismo tiempo. Esa, fue una degeneración política evidente y el fracaso era previsible: en el capitalismo, la administración obrera NO es una propuesta verdaderamente obrera.

¿Por qué se le ocurrió esa propuesta a Cárdenas? Por confusión “socializante” e irresponsabilidad de estadista. ¿Por qué aceptaron los ferrocarrileros? Por incomprensión política y teórica, fue un error. Desafortunadamente, este no ha sido el único caso.

Tareas políticas de hoy

En 2006, luego de cien años de lucha de clases en México, los trabajadores tenemos las mismas tareas políticas formuladas en 1864 por la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores (I Internacional). Hoy, podríamos expresar esta política en los siguientes términos: 1- formular y desarrollar el programa de la clase obrera, 2- construir y desarrollar la organización proletaria, 3- practicar y desarrollar la solidaridad proletaria internacional.

De enorme importancia es el programa mismo que debe expresar las referencias políticas, nuestras banderas, el ¿Porqué luchamos? Este programa no se improvisa.
Con base en la experiencia de cien años y hondas raíces en la lucha proletaria mexicana, dos aspectos cruciales de nuestro Programa obrero (ver energía62) son:

1 Democracia obrera

La democracia sindical es crucial para el movimiento obrero mexicano. La democracia obrera no se reduce al derecho al voto. Incluye a éste como medio para la toma de decisiones. También incluye la rendición de cuentas y la revocación de mandato. Pero la democracia obrera es el medio para llevar adelante el programa, en lucha por los intereses inmediatos e históricos de la clase obrera.

2 Independencia de clase

La lucha por la democracia carece de sentido sin el ejercicio de la independencia de clase, respecto de los patrones, Estado, gobiernos, imperialismo y partidos políticos no obreros. La independencia de clase implica el ejercicio de una política propia, formulada, desarrollada, concretada y evaluada colectivamente por los propios trabajadores, desde los puntos de vista teórico, político y práctico.


La CTM en los años 30s surgió como un gran acontecimiento pero pronto se desnaturalizó. Primero, se subordinó al Estado y gobierno en turno institucionalizando el corporativismo auspiciado por Cárdenas; luego, se charrificó totalmente.


Los sindicatos industriales fueron la base y sostén de la CTM solidaria de los 30s. Después, prácticamente todos los sindicatos fueron corrompidos, infiltrados y charrificados.

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