Volumen 5, Número 67, octubre 12 de 2005

2005, 60 Aniversario de la Federación Sindical Mundial

Momentos de lucha obrera

La lucha proletaria tiene su esencia en el pensamiento revolucionario clásico.
La historia de la humanidad ha sido, y sigue siendo, la historia de la lucha de clases.
NO basta interpretar al mundo se trata de transformarlo.
La emancipación de la clase obrera solo puede ser obra de la clase obrera misma.
Formular el programa obrero y concretarlo, ser internacionalistas, es nuestra tarea.
¡Proletarios de todos los países, Uníos!

1 Introducción

La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. En esta expresión del pensamiento revolucionario clásico reside un profundo descubrimiento que sintetiza al menos dos milenios de desarrollo filosófico. En la época moderna, burguesía y proletariado son las clases sociales, ambas en contradicción y antagónicas.

A la caída del socialismo, los filósofos del posmodernismo proclamaron que “la historia terminó, triunfó el liberalismo”. En consecuencia, según ellos, no existe más la lucha de clases. La cotidiana realidad en todo el mundo revela que ese “pensamiento” posmoderno es falso. La lucha de clases está vigente. Esto es lógico porque no ha terminado la historia humana y, porque el capitalismo, no es sino una etapa histórica en el desarrollo de la humanidad.

Muchos intelectuales y políticos niegan la lucha de clases pero, la contradicción entre la fuerza natural (el trabajo) y la fuerza social (el capital) ocurre todos los días, en todos los sectores de la vida económica, social, política y cultural, y en todas partes del mundo.

Por el momento, el socialismo casi desapareció del planeta pero el capitalismo sigue existiendo y, mientras éste exista, también existirá su contrario histórico, el proletariado. En consecuencia, hay lucha de clases. Cualquiera puede negarla pero, su ausencia, nadie puede demostrarla ni teórica ni políticamente.

La lucha proletaria tiene hondas raíces y un pensamiento poderoso desarrollado, principalmente, por Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir I. Lenin. Esa obra monumental no ha sido igualada, ni de lejos, por nadie de los posmodernistas.

En casi dos siglos de lucha, ha habido momentos gloriosos y otros amargos. Pero en el batallar obrero no hay victorias ni derrotas definitivas.

Actualmente la clase obrera del mundo vivimos momentos difíciles. La mayoría de los trabajadores en todos los continentes no están organizados, ni sindical ni políticamente. El conjunto de proletarios enfrentamos una ruda ofensiva del capitalismo. En muchas partes es fuerte la resistencia obrera y popular, en otras, hay renuncia explícita a los objetivos y principios de clase, no existe lucha.

La lucha obrera dista de ser idílica, internamente existen intereses contrapuestos y, externamente, hay deliberadas acciones antiobreras. Pero, a pesar de todo, hay esperanzas que podrán cristalizar exitosamente en la medida en que la clase obrera del mundo, enarbolando sus propias banderas, marche unida por la organización y guiada por el saber.

2 Momentos proletarios

La lucha histórica de los trabajadores ha sido la lucha por la unidad, surgida de la necesidad, y como un medio para lograr mejores condiciones de vida y de trabajo. Pero esta lucha rebasa el ámbito sindical reducido al gremialismo, se trata de construir (lo que sea necesario) para la transformación social, entre otras cuestiones la organización, el programa, la política y la conciencia de clase. Transformar al mundo es la tarea política del movimiento obrero.

El proletariado surgió con el capitalismo y, socialmente, se han desarrollado juntos pero, políticamente, la historia es distinta.

Han transcurrido ya casi 200 años de lucha obrera. Las primeras organizaciones datan de los años 30s del siglo XIX, caracterizadas por el gremialismo heredado del feudalismo medieval. La lucha mutualista pronto mostró sus limitaciones y hubo necesidad de optar por reformas sociales, siempre incumplidas por los procesos revolucionarios de la época. Al extenderse el capitalismo por el mundo, surgió la necesidad de ampliar los vínculos mediante la solidaridad. Pero, el puro voluntarismo nunca ha podido llegar lejos. Las propias reformas son insuficientes es pertinente la revolución.

Pero la burguesía siempre ha sabido de las aspiraciones obreras y defiende sus intereses de clase. Por ello, reducir la lucha obrera a las demandas elementales, al ámbito del gremialismo egoísta y corporativo, limando constantemente el filo revolucionario al proletariado, es su cotidiana tarea. Esta tendencia primitiva y atrasada sigue hasta el día de hoy apoyada por supuestos teóricos y falsos líderes sindicales.

2.1 El pensamiento revolucionario clásico

La burguesía siempre se ha negado a reconocer los derechos obreros, en primer lugar, el derecho de los trabajadores a organizarse de manera independiente. La clase patronal siempre ha ejercido la represión en múltiples formas, sea violenta o mediante la confusión ideológica. Desde un principio, ha habido pensadores al servicio de la burguesía que siempre han tratado de desorientar al proletariado, muchas veces con éxito.

Pero muy pronto, también, surgieron titanes que dedicaron su vida al estudio de la situación de la clase obrera y la organización del movimiento. Carlos Marx y Federico Engels estudiaron la dinámica del capitalismo, tanto que descubrieron su finitud histórica y propusieron la forma de terminar con esa opresión social. El Capital es una obra cumbre del pensamiento marxista. Con ese armamento teórico, el proletariado superó muchas limitaciones para hacer del movimiento sindical, limitado a la lucha economicista e inmediatista, un verdadero movimiento obrero en lucha por la transformación social.

La teoría, y la acción, de Marx y Engels tuvieron una amplia influencia en las primeras luchas obreras. Desde 1848, ambos abanderaron al mundo obrero con el Manifiesto del Partido Comunista. Después, en 1864, fue fundada la Primera Asociación Internacional de los Trabajadores, presidida por Marx y Engels, con 2 grandes objetivos: 1) Formular el necesario programa político de la clase obrera y, 2) Practicar la solidaridad internacional.

La Primera Internacional, constituida como frente político y popular, fue disuelta en 1876 por el Congreso de Filadelfia, a consecuencia de disputas ideológicas internas. Pero, en 1871, se vivió la primera experiencia histórica del poder obrero. Los 72 días de la Comuna de Paris fueron heroicos. Pueblo y trabajadores defendieron en las barricadas el cielo que habían tomado por salto. Allí estuvo Marx, haciendo la historia directamente en las propias trincheras proletarias. La Comuna fue ahogada en sangre, decenas de miles de comuneros fueron masacrados y otros tantos exiliados. Pero, no obstante tan brutal represión, la Comuna de Paris ha pasado a la historia como uno de los grandes momentos obreros.

Los 4 primeros Congresos de la Internacional Comunista fueron de notable trascendencia. En 1866, el Congreso de Ginebra de la Primera Internacional acordó luchar por la jornada de trabajo de 8 horas, con 8 horas para el descanso y 8 horas para la educación y la cultura. Esta demanda pronto se generalizaría en todo el mundo y, hasta hoy, sigue vigente.

2.2 Extensión y consolidación del movimiento

El movimiento obrero empezó a extenderse por el mundo. El 1º de mayo de 1886, en Chicago, Estados Unidos, los trabajadores estallaron huelgas que fueron violentamente reprimidas. La experiencia también dejó hondas huellas.

En 1889, se fundó en Paris, la Internacional Socialista de los Trabajadores o Segunda Internacional. A propuesta de Engels, se acordó que el 1º de mayo de todos los años se organizara una jornada internacional de lucha proletaria misma que empezó en 1890 no obstante la represión ocurrida en varias partes del mundo. En México, la primera vez que se conmemoró el 1º de mayo fue en 1913, en abierto desafío a la dictadura militar de Victoriano Huerta que respondió con la represión.

Hacia fines del siglo XIX, el movimiento de los trabajadores siguió dos caminos diferentes marcados por posturas ideológicas. En la primera opción, los sindicatos eran parte de estructuras partidarias. Tal fue el caso del Congreso Sindical (TUC) de Inglaterra ligado hasta hoy al Partido Laborista, mismo que practica una política plenamente antiobrera. En la segunda, los sindicatos se propusieron como apolíticos, dedicados solo a la lucha gremial o sindical. El caso más representativo fue la American Federation of Labour (AFL) de Estados Unidos. Hoy en día, esa tendencia ha arraigado con fuerza auspiciada por el imperialismo. El caso más patético está en México.

El derecho a organizarse en sindicatos fue reconocido después de más de medio siglo de lucha. En 1884, se conquistó ese derecho en Francia, en 1889 en Italia, en 1890 en Estados Unidos. Esos años fueron de intensas luchas obreras en varias partes del mundo. De esa época datan las primeras organizaciones (Uruguay 1875, India 1877, Perú 1884, Sudáfrica 1887, Cuba 1890, Argentina 1890, Japón 1897).

En 1885, empezaron a surgir las grandes organizaciones obreras. Ese año, en Francia, fue fundada la Confederación General del Trabajo (CGT). La AFL de Estados Unidos fue fundada en 1889. Después, en 1903, se constituyó el Secretariado Internacional de Sindicatos (ITS) estructurado en 17 ramas de actividad profesional u oficios, que en 1913 se transformó en Federación Internacional de Sindicatos (IFTU). Los Secretariados y la Federación estuvieron influenciados por corrientes socialistas reformistas y funcionaron sobre bases corporativas. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial (1914), esa Federación estaba organizada en 19 países de América y Europa.

2.3 La Gran Revolución de Octubre

El nuevo siglo llegó con nuevas organizaciones obreras. En México, se recuerda la huelga minera de Pachuca en 1789 pero 1906 fue el año de grandes huelgas y, en 1914, en plena Revolución Mexicana, se fundó al sindicato más importante de la época, el Sindicato Mexicano de Electricistas. En otros países también surgió el movimiento: China (1906), Chile (1909), Bolivia (1912), El Salvador (1914).

En 1905, los revolucionarios rusos intentaron sin éxito organizar la Revolución. Un nuevo camino se abría en el pensamiento proletario de la época. Al mismo tiempo, los intentos por desviar al movimiento sindical crecieron. Ese año, la Conferencia Sindical Internacional de la IFTU acordó una resolución para limitar la acción del movimiento únicamente a demandas laborales e industriales. Explícitamente se suprimió la acción política renunciando a la independencia de clase. La CGT de Francia pretendió que se reconsiderara la propuesta pero fue en vano, la mayoría la respaldó. Con ello, el movimiento volvió a dividirse.

Los días previos a la Primera Guerra Mundial (1914-1918) fueron difíciles. No obstante que la Segunda Internacional, en su Congreso de Stuttgart, llamó a la acción para evitar la guerra y, si ésta estallaba, a movilizar a las masas para derrocar al capitalismo, los líderes sindicales se sumaron en apoyo a sus respectivos gobiernos nacionales, salvo honrosas excepciones como Carlos Liebneck y Rosa Luxemburg. La guerra estalló con saldo desfavorable para los trabajadores y los pueblos.

Pero al término de la guerra, el movimiento obrero tomó un rumbo nuevo y victorioso. Tras largos años de preparación y estudio el pueblo ruso, bajo la dirección de V.I. Lenin y del Partido Bolchevique, tomó el poder en medio de una enorme insurrección de los trabajadores y masas populares. En octubre de 1917, se produjo la Primera Revolución Socialista de la historia, encabezada, precisamente, por los bolcheviques. Empezó la era de las grandes revoluciones y luchas de liberación nacional.

El triunfo de la Revolución de Octubre no fue resultado de la improvisación ni de la simple lucha sindical. La victoria fue precedida por relevantes discusiones teóricas y políticas que mantenían vivo al marxismo en los grandes debates de principios del siglo XX. Muchos pensadores contribuyeron al triunfo de la Revolución destacando la obra de Lenin. Sus estudios sobre el Imperialismo, el Estado y la Revolución son invaluable referencia para el proletariado del mundo. El ¿Qué Hacer? de Lenin, como el Manifiesto de Marx, son referencias obreras clásicas.

La Revolución de Octubre ejerció una enorme influencia en el movimiento de los trabajadores, no solo con relación a sus propias reivindicaciones sino a nivel social y político. El socialismo dejó se ser una aspiración ética para convertirse en una realidad práctica. El movimiento social, sindical y político se extendió por Europa, Asia, Africa y América Latina.

2.4 Colaboracionismo de clase

Las secuelas del Congreso de Stuttgart fueron nefastas, el movimiento se dividió entre los partidarios de la lucha de clases y quienes preferían el “acuerdo social”, la reforma, la colaboración de clases. No obstante que desde 1902, la socialdemocracia había sido derrotada políticamente y los mencheviques habían quedado en minoría, esas tendencias colaboracionistas siempre han sido apoyadas por la burguesía e imperialismo para evitar el desarrollo del movimiento obrero. El “diálogo social” que proclaman muchos burócratas sindicales europeos es la actual versión de esa política anti-obrera.

Con tal moda colaboracionista y como resultado del “acuerdo de paz” derivado de la Primera Guerra, en 1919 se fundó la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con un carácter tripartito cuya representación incluye a los gobiernos, empresarios y trabajadores. Ese esquema es el mismo que hoy promueven sectores oportunistas atrasados. La OIT se convirtió en una entelequia de los patrones y sus gobiernos, donde la representación obrera siempre ha estado usurpada por burócratas ajenos al proletariado.

Ese mismo año se intentó reconstruir a la Internacional Socialista, luego conocida como la Internacional de Ámsterdam, o Internacional Amarilla. El Congreso Sindical Internacional realizado, precisamente, en Ámsterdam acordó refundar a la Federación Internacional de Sindicatos. Esa Internacional también fue llamada oportunista y siguió con una política entreguista a la burguesía y sus gobiernos.

Dos anécdotas pintan a la Internacional Amarilla tal cual. Una, cuando la Confederación de Trabajadores de México (CTM) se afilió se dijo que era “para inyectarle un espíritu antiimperialista”. El cuento es de risa y ha sido criticado con razón por algunos sindicalistas. Aún cuando, la CTM fue fundada en el contexto de una gran movilización de las masas mexicanas, y tenía entre sus objetivos iniciales la lucha por el socialismo y como lema “Por una sociedad sin clases”, la CTM duró muy poco como organización obrera auténtica. Muy pronto fue intervenida por el imperialismo para desnaturalizar y DESTRUIR al movimiento obrero en México hasta el día de hoy. La otra, fue la característica anticomunista de esa Internacional que, explícitamente, repudiaba al bolchevismo.

La clase obrera también ha “topado” con la iglesia y su burocracia inquisidora. En 1920 se creo, en La Haya, la Federación Internacional de Sindicatos Cristianos, en abierto rechazo a la lucha de clases, a la que unilateralmente consideran contraria al pensamiento cristiano.

El movimiento obrero soviético había sido excluido después de la Revolución de Octubre como parte de la política de agresión y bloqueo del imperialismo a la Revolución. Pero los trabajadores soviéticos, al principio, supieron defender al socialismo, Lenin aún vivía. En 1920, se constituyó en Moscú el Consejo Sindical Internacional, mismo que al siguiente año (1921) se convirtió en la Internacional Sindical Roja para distinguirse de los amarillos, en México conocidos como charros sindicales.

A esos momentos el movimiento sindical mundial estaba claramente dividido por razones políticas e ideológicas. Una parte había perdido deliberadamente su independencia de clase y se apartó de la lucha social consecuente, la otra parte, se definió con un carácter clasista. El momento era de definición y estaba determinado, precisamente, por la lucha de clases.

El contexto social y económico estaba dominado por grandes crisis económicas y sociales, como la de 1929, y por retrocesos políticos de importancia como el triunfo del fascismo con el ascenso de Adolfo Hitler en Alemania y Benito Mussolini en Italia, así como la derrota de la República en España.

El colaboracionismo de clases que pregona la socialdemocracia, principalmente europea, tuvo su expresión más deleznable con el fascismo. En 1928, B. Musssolini “declaró” al capital y al trabajo como “hermanos de la familia fascista”. El (mal) camino seguido por esas tendencias (anti) sindicales se ha prolongado hasta hoy para vergüenza del mundo obrero.

2.5 Proletariado sin cabeza

En 1924, la Internacional Sindical Roja o Tercera Internacional le propuso la unidad a la Internacional Amarilla de Ámsterdam, con base en una representación proporcional y un congreso de unidad. La propuesta fue rechazada por los amarillos y en respuesta declararon su disposición a aceptar la afiliación “individual” de los sindicatos soviéticos pero negándose a reconocer la existencia de otras organizaciones obreras distintas. Esa fórmula anti-unitaria se practica hasta el día de hoy.

Como una fórmula intermedia se creo el Comité Sindical Anglo-Soviético de corta duración. Mientras, en otras partes del mundo se crearon sindicatos sin afiliarse a ninguna organización internacional. Después, esa fórmula se hizo oficial por las tendencias al atraso y el imperialismo la hizo suya, para apartar a los trabajadores de la lucha unificada a nivel mundial. Esa tendencia hoy en día es mayoritaria sobre todo en América Latina.

Precisamente, en esta región se creo en 1938 la Central de Trabajadores de América Latina (CTAL), fundada en México y presidida por V. Lombardo Toledano, exsecretario general de la CTM de la cual había sido expulsado por los charros sindicales, hoy convertidos en una superestructura mafiosa, criminal y corrupta al servicio del imperialismo.

Al crearse la CTAL, la Confederación Sindical Latinoamericana (CSLA), fundada en 1932 como filial regional de la Internacional Sindical Roja, desapareció. La propia Internacional Roja había sido disuelta en 1936, Lenin ya no estaba, el leninismo tampoco. La Federación Sindical Internacional que se había trasladado a Berlín tuvo que salir como consecuencia de la disolución de los sindicatos alemanes y se estableció en Londres. En Moscú se creo el Consejo Central de Sindicatos Soviéticos. En 1937, éste intentó acuerdos, sin éxito, con la IFTU. Los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial hacían estragos entre el sindicalismo.

3 Transición

En México, los “comunistas” del Partido Comunista Mexicano, encabezados por V. Campa, acordaron salirse de los sindicatos, se auto-expulsaron del movimiento obrero en los años 30s y jamás regresaron. Desde entonces, el sindicalismo mexicano fue, literalmente, secuestrado por el charrismo sindical. Más tarde, el partido sería disuelto por decisión del aparato burocrático. José Revueltas, comunista y escritor mexicano, escribió a propósito de tan amargas experiencias Un Ensayo para un Proletariado sin Cabeza en seria crítica a los errores de los “comunistas” mexicanos. Sin embargo, el fenómeno no era, no fue ni es, solamente de México.

En tales circunstancias, de abandono de principios clasistas y desorganización obrera, el imperialismo había logrado condiciones para el ataque contra el socialismo y la revolución, contra el proletariado y los pueblos del mundo en lucha. El fascismo estaba en ascenso. La confrontación llegó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial.

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