Volumen 16, Número 334, abril 30 de 2016
 


Corrupción en Petrobras



La petrolera brasileña Petrobras pagó cuantiosas comisiones a Oil & Gas Venture Capital, empresa fantasma de consultoría con domicilio y datos ficticios. Oil & Gas intermedió la venta de petróleo con empresas extranjeras. Era una empresa Offshore según revelan los papeles de Panamá. No es el único caso de corrupción en Petrobras, cuyos hechos bochornosos están por tirar al gobierno.
Inaudita corrupción en Petrobras


Los paraísos fiscales

En el contexto del escándalo de los papeles de Panamá, el propio capital internacional ha exhibido la corrupción que practica.

"La estatal brasileña Petrobras pagó cuantiosas comisiones a Oil & Gas Venture Capital, empresa de consultoría con domicilio ficticio y que pertenece a una fundación registrada en Suiza, dueña de más de 100 empresas asentadas en paraísos fiscales (Dpa, en La Jornada, 9 abril 2016, p.3).

"La información fue divulgada por el portal Uol y el diario O Estado de Sao Paulo, que recibieron los archivos del despacho panameño Mossack Fonseca, filtrados en Los papeles de Panamá.

"Oil & Gas no posee página web y quienes aparecen como sus directores son funcionarios de Mossack Fonseca, la cual entre sus servicios proporciona nombres para figurar como directivos o dueños de terceras empresas, para garantizar el anonimato de los verdaderos propietarios.

"Oil & Gas intermedió al menos tres negocios de venta de petróleo de Petrobras con empresas extranjeras, y recibió cerca de 260 mil dólares en comisiones. Esas comisiones correspondían a un porcentaje del valor total del negocio, denominado tasa de éxito.

El dinero era depositado directamente en cuentas que la empresa posee en dos bancos suizos, UBS y Landolt & Cie.

"Entre 2004 y 2009, como único dueño de Oil & Gas aparece el brasileño Federico José Otaviano Robalinho de Barros, quien en 2009 vendió la empresa a SCH Foundation.

"La trayectoria de Robalinho está estrechamente vinculada al sector energético y a la política brasileños. Fue secretario de Comercio Exterior durante el gobierno de Itamar Franco (1992-1995)".

Corrosión de la corrupción

No es este el único caso bochornoso que involucra a Petrobras, exfuncionarios y políticos brasileños. Es uno más a los múltiples escándalos de los que da cuenta cotidianamente la prensa internacional.

Como ocurre en otras partes, destacadamente en México, la corrupción conduce a la corrosión y, esta, a la destrucción. Las poderosas Petrobras y Pemex han venido sucumbiendo, precisamente, por la corrupción a que han sido sometidas las otrora industrias nacionalizadas, hoy empresas privatizadas.

Tanto en México como en Brasil, los avances nacionalizadores fueron revertidos por el imperio, contando con la complicidad de los gobiernos locales. Hoy, ambas empresas están al servicio de la acumulación privada de capital, en manos de transnacionales.

Los dos casos son patéticos, pero en el caso de Brasil, hay un agravante. La destrucción de Petrobras y su entrega al capital ha sido favorecida por un gobierno de "izquierda", situación contrastante con la mexicana donde el gobierno lo usurpa una camarilla neoliberal mafiosa.

En México los beneficiarios directos de esta política petrolera pro imperialista han sido exfuncionarios, charros sindicales, miles de contratistas y políticos en turno. Lo mismo en Brasil, solo que en este caso, está involucrado el Partido de los Trabajadores (PT), los directivos de Petrobras e, incluso, al mismo expresidente Lula.

De manera que la privatización y corrupción no solo está destruyendo a Petrobras, sino a los que eran considerados símbolos de la izquierda latinoamericana.

Que el PT brasileño esté implicado, simplemente, es una vergüenza para la izquierda latinoamericana. Que Lula también lo esté es el colmo de un proyecto que se decía democrático.

Petrobras no es ningún modelo

Los escándalos han llegado a niveles inconcebibles, cuyo costo le está pasando la derecha a la presidenta en turno, Dilma Rousseff, sujeta a la subversión empresarial y mediática.

Pero el problema no es de ahora, viene desde Lula, quien se esforzó en seguir una política energética contraria al interés de la nación carioca. Lejos de intentar recuperar la soberanía petrolera, se esforzó por profundizar y ampliar la privatización. Ahora, he allí los resultados: el patrimonio energético perdido, la desestabilización económica del país y un gobierno seriamente cuestionado que ni siquiera ha sabido defenderse.

Esta es la consecuencia de seguir una política que contemporiza con el imperio, sus organismos financieros y agencias.

Durante la gestión de Lula, éste viajó varias veces a México para promover la "reorganización" (privatización) de Pemex, presentando a Petrobras como el modelo a seguir.

Fue la avanzada de la debacle. El imperio, informantes del mismo y asesores de Peña, hicieron suyo ese discurso y lo llevaron a la práctica. En un mismo tono, Castañeda, el Woodrow Wilson Center del ITAM y este mismo se encargaron de repetir que Petrobras era la vía a seguir y, la industria petrolera mexicana fue desnacionalizada. Hoy, Pemex está sujeta a una amplia destrucción.

Al mismo tiempo, ha empezado la invasión de transnacionales y sus filiales. Falta la desestabilización política y económica. No tardará, puede ser en 2018. Finalmente, el Estado puso el destino de la nación en el capital transnacional, protegido por la fuerza pública y criminales.

Izquierda sin rumbo

Una vez más, hay que redefinir a la izquierda. La socialdemocracia no es ninguna izquierda y la vía electorera no sirve.

El FTE de México ha sostenido que los procesos nacionalizadores son importantes para el rescate de la propiedad social pero no basta. Para avanzar se requiere de una fuerza social organizada y con independencia de clase. Nada de esto ha existido, ni en Brasil ni en México, de allí el estancamiento e, incluso, retroceso de los procesos democráticos. Simplemente, no se han sabido defender las conquistas.

En México no hay nada, pero en Brasil, el PT y la CUT están lejos de sus deberes de clase.


Ref.: 2016, elektron 16 (103) 1-2, 13 abril 2016, FTE de México.






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