Volumen 15, Número 327, diciembre 29 de 2015
 


Refinerías a privados



Durante tres décadas el gobierno federal se negó a aumentar la producción nacional de gasolinas y prefirió importarlas. Hoy las 6 refinerías de Pemex están obsoletas. No es negocio refinar el petróleo crudo, sería un error, repitieron Peña Nieto y Lozoya. Ahora, en el contexto de la reforma energética, Peña Nieto anunció una gran inversión en refinación, a cargo del capital privado. Entrega el negocio de gasolinas y diesel a inversionistas privados, incluyendo a los usuarios cautivos. (FTE).


México SA

Reforma milagrosa.
Refinerías a privados.
Pemex, mero cascarón.

Por Carlos Fernández-Vega.
Artículo tomado de La Jornada, 9 diciembre 2015.


La reforma energética es una permanente hacedora de milagros, y de ello da cuenta lo siguiente: durante 31 años al hilo (1982-2013) el gobierno federal y su coro privatizador repitieron hasta el aburrimiento que era preferible importar todo tipo de combustibles y demás productos, porque construir refinerías en el país sería un grave error, pues financieramente no son un buen negocio y sí una injustificada pérdida de recursos públicos.

Desde la llegada del neoliberalismo a Los Pinos, con Miguel de la Madrid, Petróleos Mexicanos acumuló diez directores generales (de Mario Ramón Beteta a Emilio Lozoya) y todos, palabras más o menos, repitieron aquello de que no es negocio construir refinerías en el país, de tal suerte que era necesario y más barato importar petrolíferos. Y lo hicieron de forma creciente, a tal grado que sólo en los tiempos de Fox y Calderón, más el primer año de Peña Nieto, México importó más de 185 mil millones de dólares en productos refinados, con las gasolinas en primer lugar (las mismas que aquí Pemex vende caras, y a mitad de precio en Houston).

Para no ir más lejos, el director general de Pemex, Emilio Lozoya, puso el grito en el cielo (22 de octubre de 2013) porque, decía, invertir hoy en día en refinación es cuestionable, ya que hay capacidad instalada en exceso a nivel mundial, de tal suerte que México se mantendría como importador neto de combustibles, porque producirlos internamente no es rentable.

Eso sí, a estas alturas la mayoría de los ex directores generales de Pemex, quienes en sus respectivos turnos repitieron como pericos aquello de que “sería un grave error, pues financieramente no son un buen negocio...”, ahora despachan en o representan a empresas petroleras nacionales y trasnacionales que gracias a la reforma clavarán los colmillos en el oro negro otrora nacional... y (¡milagro!) construirán refinerías en México.

Ayer, el inquilino de Los Pinos anunció una enorme inversión en Pemex, que involucra “proyectos por 23 mil millones de dólares que generarán más de 63 mil empleos. De acuerdo con la página electrónica de la Presidencia de la República se trata de una inversión que destaca por el origen de su capital, el cual es privado en su 85 por ciento (sic) y también por su destino, ya que se dedicará a actividades como la refinación y cogeneración.

Durante dicho anuncio, Peña Nieto de plano no perdonó ni la burla: dijo que de no haberse dado la reforma energética, Pemex seguramente habría tenido que recurrir a mayor endeudamiento o en definitiva no hubiera podido impulsar los proyectos anunciados, cuando en los hechos y a partir de la reforma la ex paraestatal duplicó el nivel de su deuda (nunca antes había estado tan endeudada como ahora), al tiempo que, gracias al recorte presupuestal de comienzos de año (62 mil millones de pesos), Petróleos Mexicanos se vio en la penosa necesidad de regresar al Estado 95 bloques petroleros por no tener un peso con qué explotarlos.

Entonces, la enorme inversión en Pemex no es de la ahora empresa productiva del Estado, sino de la iniciativa privada, pues de acuerdo con las cifras que maneja la Presidencia de la República 85 centavos de cada peso invertido provendrán de particulares. Habrá que ver qué otras concesiones (sobre todo fiscales) otorgó el gobierno mexicano para convencer a los inversionistas. Así, en los hechos, la empresa productiva del Estado pasa en automático a ser socia minoritaria de sí misma.

Pero bueno, es Peña Nieto, quien también alabó a la iniciativa privada por, dijo, jugársela con Pemex y arriesgar recursos y capital, no obstante los bajos precios del crudo en el mundo (ayer el barril mexicano cayó a 29.65 dólares). Olvidó mencionar que el nuevo filón que les abre a los arriesgados capitalistas (es decir, aquel que los ex directores de Petróleos Mexicanos aseguraban que financieramente no es un buen negocio) supera los 400 mil millones de pesos anuales en ventas internas, sólo en el caso de las gasolinas, más 150 mil millones por diésel. Con esa entrada garantizada, con un mercado interno cautivo, quién no se arriesga y se la juega.

Como en este espacio se ha comentado, México acumula 36 años sin construir una refinería. La más joven del sistema data de 1979, y a estas alturas ya no da para más, como las otras cinco del llamado sistema nacional de refinación. Ninguno de los seis gobiernos implicados en el periodo movió un dedo para evitar la creciente cuan veloz dependencia externa de petrolíferos. Todos adujeron que no era negocio producirlos internamente, y a la urgente necesidad de construir nuevas plantas, la respuesta oficial remodelar, actualizar y modernizar las existentes, pero tanto tardaron y tanto costaron que a la hora de reinaugurarlas de nueva cuenta resultaron obsoletas. Además, decidieron cerrar (Carlos Salinas) la de Azcapotzalco en 1993, sin remplazarla (en su lugar construyeron un parque ecológico, que a medio terminar inauguró Calderón 18 años después del citado cierre). Y la única que, de saliva, prometieron construir en el sexenio calderonista (la Bicentenario en Tula, Hidalgo) no trascendió el discurso.

Un ejemplo de cómo remodelan, actualizan y modernizan se observó en la docena panista: la refinería Lázaro Cárdenas, en Minatitlán, Veracruz (la más vieja del sistema, en funcionamiento desde 1906) inició formalmente su reconfiguración el 12 de mayo de 2003, con un presupuesto de mil 600 millones de dólares y la obra concluiría en diciembre de 2007; se prometió que la capacidad de refinación se incrementaría de 186 mil a 350 mil barriles diarios.

Ocho años después del comienzo de la obra citada, en 2011, ya con Calderón en Los Pinos, y al doble del costo originalmente anunciado (3 mil 500 millones de dólares), por fin concluyó la reconfiguración de la Lázaro Cárdenas, con la salvedad de que su capacidad de refinación no fue de 350 mil barriles por día, sino de 285 mil.

Y ahora el capital privado llega a hacer un jugoso negocio donde –versión gubernamental– nunca fue negocio y sería un grave error invertir. La milagrosa, pues, mientras a Pemex sólo le dejarán el cascarón.

Las rebanadas del pastel

Si de modernizaciones se trata, ayer los diputados terminaron por darle en su reconfiguración al Fondo Nacional de Pensiones de los Trabajadores al Servicio del Estado (Pensionissste), hasta ahora una de las que mayores rendimientos han generado a sus ahorradores. Los levantadedos de San Lázaro la mataron y (levántate y anda) la revivieron como una Afore más.

Twitter: @cafe-vega


Ref.: 2015, elektron 15 (347) 1-2, 17 diciembre 2015, FTE de México.






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