Volumen 15, Número 320, septiembre 20 de 2015
 


¿Maíz transgénico en México?



¿Comerán los mexicanos tortillas transgénicas? No, dice Víctor Toledo en un artículo publicado en La Jornada. El tema se discute a nivel mundial. Los Estados Unidos son productores de maíz transgénico. La ley de biodiversidad NO prohíbe las importaciones de este tipo de maíz. En México, hay resistencia en varias comunidades. Se había logrado una medida precautoria, misma que fue revocada por el miso juez que la otorgó. Para investigadores oficialistas no hay evidencias de daños a la salud.


El maíz transgénico no es opción para México. FOTO; spokenws.com


El maíz de las transnacionales

En La Jornada, Víctor Toledo publicó un artículo intitulado ¿Comerán los mexicanos tortillas transgénicas? Debería decir "¿Comeremos ...? Que sepamos, Toledo es mexicano, a menos que no coma tortillas. La publicación causó escozor entre algunos lectores.

El artículo es importante porque aborda un tema que se discute mundialmente. Empieza con ácidas preguntas. "Y ¿tamales con alérgenos?, ¿atoles con residuos de glifosato?, ¿chilaquiles con plásmidos?, ¿pozoles con 2,4-D, componente del defoliante agente naranja utilizado en la guerra de Vietnam? o ¿totopos con genes Terminator?" (en La Jornada, 1 septiembre 2015).

A continuación, señala: "¿Claudicará el legado civilizatorio de 7 mil años frente a las luces pirotécnicas del siglo de oro de la biotecnología? Hoy el maíz se encuentra en el centro de una colosal batalla, de un cruento choque de civilizaciones. De esa colisión no surgen chispas, sino gigantescas llamaradas. La respuesta a las preguntas anteriores es afirmativa si se cumplen los deseos de los biotecnólogos del Cinvestav de Irapuato o del Instituto de Biotecnología de la UNAM, bien liderados por eminentes y multipremiados investigadores nacionales, los cuales a su vez encuentran puntual resonancia y respaldo en dos enormes ministerios: la Sagarpa y la Semarnat. Detrás de ellos hay aún otro bastión mil veces más poderoso que no es gigantesco, sino simplemente descomunal: el poder conjunto de Monsanto, Dupont/Pioneer, Syngenta, Aventis, Dow Agroscience, Bayer y BASF, las corporaciones agrobiotecnológicas que controlan en el planeta el mercado mundial de semillas, granos, alimentos y agroquímicos. Sólo Monsanto tuvo ingresos por 15 mil 430 millones de dólares en 2014, posee una plantilla de 26 mil 200 empleados, dedica a la investigación científica mil 500 millones de dólares y laboran con el corporativo unos 20 mil científicos, cifra similar a la del Sistema Nacional de Investigadores de México. Frente a este poderosísimo blindaje, ¿pueden responderse de otra manera las preguntas?".

Resistencia a los transgénicos

Toledo refiere que, "el embate combinado de tecnocientíficos, gobierno y corporaciones ha sido provisionalmente detenido, es decir, derrotado". En realidad, fue lo primero, lo segundo está por verse.

Desde hace años ha habido oposición.

"La resistencia comenzó hace una década, cuando se discutió y legisló la llamada Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, que mantiene latente la posibilidad de introducción comercial de maíz transgénico en el territorio, no obstante que viola y contradice tres tratados internacionales firmados por México: el Convenio sobre la Diversidad Biológica, el principio precautorio asentado en la Declaración de Río de Janeiro (1992) y el Protocolo de Cartagena (2003).

Toledo dice que "la ley de bioseguridad no prohíbe la entrada del maíz transgénico aún cuando puede contaminar genéticamente a las variedades nativas, pues México es el centro de origen y diversidad de este cereal, y acepta la siembra experimental, semicomercial y comercial de los transgénicos bajo ciertas reglas y restricciones.

"Las primeras comunidades que declararon a sus territorios libres de maíz transgénico surgieron en la Meseta Purhépecha en Michoacán y en pocos meses se extendieron a Tlaxcala, Oaxaca y otros estados. Hoy prácticamente en todas las zonas maiceras del centro, sur y sureste del país, comunidades, pueblos y organizaciones campesinas e indígenas tienen conocimiento del problema y se oponen a la entrada de los transgénicos.

"En el campo jurídico, se promulgaron leyes antitransgénicos bajo diversas modalidades en Tlaxcala, Oaxaca y el Distrito Federal, y en las arenas académicas los científicos de la biotecnología transgénica se negaron desde hace años a discutir con quienes se oponen a ella, y perdieron todos los debates por default.

En 2013 se había logrado de un juez una medida cautelar para impedir el otorgamiento de permisos para sembradíos de maíz transgénico. Pero, "el pasado 19 de agosto el mismo juez, su señoría Francisco Peñaloza Heras, del duodécimo de distrito en materia civil del primer circuito, revocó esa medida precautoria".

"¿Cuánto puede ofrecerle el consorcio de corporaciones a un simple juez mexicano que habita en un país donde la corrupción se ha convertido en deporte nacional? Estime usted las cifras. ¿Uno, dos, 10, 50 millones de dólares?) Ante esa decisión, la resistencia se multiplicó en horas y alcanzó nuevos sectores: 80 de los cocineros más destacados de México, agrupados en el Colectivo Mexicano de Cocina; el Espacio en Defensa del Maíz Nativo de Oaxaca, la red de promotores de agroecología de 11 municipios de Chiapas".

V. Toledo concluye que, "todo indica que los mexicanos lograremos evitar comer tortillas transgénicas". Sí, lo haremos sobre la base de la organización y dinámica social.

Serio problema

El que promueve a los organismos genéticamente modificados (OGM) es el imperio, precisamente, a través de las transnacionales de la industria agroalimentaria. En Europa y Japón ha habido rechazo de la población.

México es aparte, aquí para el gobierno de Peña Nieto se trata de una colonia del imperio y se hace lo que este dice. La reciente decisión de un juecillo no es autónoma.

El gobierno habla de soberanía alimentaria y es lo último que le importa, entregado en cuerpo y alma al capital.

Con el TLCAN y la privatización del ejido, el campo mexicano y la producción agropecuaria nacional fueron destruidos. Hoy, como antes de la Revolución Mexicana, lo que existen son los latifundios, cuyas tierras, aguas y bosques son privados, a cargo de las transnacionales.

No es la soberanía la que interesa a las corporaciones sino el negocio en alta escala. Por lo pronto, según datos de la Sagarpa, en 2012 se importaron 9.5 millones de toneladas, siendo el 89% provenientes de los Estados Unidos. ¿No estaremos comiendo ya pura vitamina T de los transgénicos?

Si todavía no, lo cierto es que "se está en peligro de perder 59 razas y más de 1,000 variedades de maíz. Más de 600 platillos se preparan a base de maíz, que constituyen 53% de la ingesta calórica y 39% de la proteínica" (spokenews.com).

El maíz lo consumimos los mexicanos hace milenios. Según los antiguos mayas (en el Popol Vuh), los hombres fuimos hechos de maíz.

"Actualmente el consumo aparente de grano de maíz entre los mexicanos es de 33 millones de toneladas anuales, de las cuales 12 millones son destinadas al consumo humano y 21 millones se emplean como forraje o en materias primas".

Para las corporaciones, como AgroBio, organización conformada por empresas como Monsanto, Bayer CropScience y Syngenta, la comercialización de semillas genéticamente modificadas es una fuente de altas ganancias.

Por ello, la resistencia social mexicana es muy importante, así como, las más de 68 impugnaciones a la Sagarpa y la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), así como, a empresas, entre éstas Monsanto, Syngenta y Agrosciences.

La lucha, como en el caso energético, es titánica. Así como los mexicanos concientes estamos en la resistencia, otros lo están del lado de las transnacionales, entre politiquillos, jueces, medios y hasta universitarios y politécnicos. En este último caso, el poder de los científicos se expresa sin decoro, hay investigadores que se consideran "sabios", sin serlo, y se asumen éticamente neutrales y falsamente "apolíticos" y "aideológicos". No lo son, su política e ideología son burguesas.

¿Qué dice la ciencia?

"Los organismos genéticamente modificados pueden considerarse de bajo riesgo, al ser creados por procesos de transferencia horizontal, que ocurren de manera natural. Aunque el uso de cualquier tecnología representa riesgos potenciales, en el caso de los transgénicos no existen evidencias de posibles daños a la salud humana y la biodiversidad", aseguró Francisco Bolívar Zapata, investigador emérito de la UNAM (en www.diariojuridico.com.mx).

Bolívar Zapata es integrante del Instituto de Biotecnología de la UNAM, exmiembro de la Junta de Gobierno, expresidente de la Academia Mexicana de Ciencias, excoordinador de Ciencia, Tecnología e Innovación en la Oficina de la Presidencia de la República y, previa renuncia a este último puesto, actualmente, es candidato (de Peña Nieto) a la Rectoría de la UNAM.

En una conferencia en la Facultad de Química de la UNAM dijo que, "las plantas transgénicas se cultivan de 1996 a la fecha, sin reporte de efectos nocivos a la salud humana y a la biodiversidad. Por el contrario, han permitido reducir el uso de pesticidas, lo que se ha traducido en un impacto menor al ambiente, a diferencia de lo sucedido con la aplicación de productos químicos, algunos de los cuales tienen efectos carcinógenos".

Bolívar se respalda en la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la cual publicó el libro Por un uso responsable de los organismos genéticamente modificados, para informar "adecuadamente" cuáles son las formas en que éstos se construyen, sus ventajas y posibles riesgos.

Presenta un conjunto de evidencias que sustentan "científicamente" la premisa de que estos organismos son creados a partir de procesos similares a los que ocurren en la naturaleza. En total, contiene más de 250 referencias que sustentan los diversos argumentos acerca de su bajo riesgo.

¿Así que no hay evidencias contra la salud? El agente naranja, herbicida que destruyó selvas y mató a vietnamitas, no era dañino a la salud, ha de ser uno de los efectos benéficos. La ingeniería genética ha sido utilizada por el imperio para la guerra bacteriológica, confiar en Monsanto y otras transnacionales es una ingenuidad.

Para la ciencia oficial no hay problema, sí hay que tener cuidado, pero no pasa nada, "no hay evidencias científicas" en contra, dice. Eso lo afirman Bolívar y otros. Eso le gusta oírlo mucho a las transnacionales, luego, siguen los premios y apoyos presupuestales.

Para la ACM es muy fácil adoptar una posición neutra, pero, esa neutralidad de la ciencia, NO existe.

Para otros universitarios, sí hay problema. No es solamente un asunto ético, también es político, de salud y ambiental.


Ref.: 2015, elektron 15 (251) 1-3, 11 septiembre 2015, FTE de México.






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