Volumen 14, Número 283, abril 10 de 2014
 


Repsol golpea a Pemex



Ya es una política sostenida por parte de los españoles. Repsol es una petrolera sin petróleo y gasera sin gas, pero es la corporación favorita del gobierno federal para realizar sucios negocios. A Repsol le molesta la participación accionaría de Pemex pero no a la inversa. Con la desnacionalización energética las transnacionales españolas seguirán invadiéndonos. El gobierno lo tolera y promueve.



Españoles nefastos

Con una participación minoritaria en las acciones de la transnacional española, en el propio consejo de administración de Repsol se golpea a Pemex con la acusación de querer controlar a la corporación. Pemex no tiene nada que hacer allí, no eran sus funciones, tampoco lo son ahora.

Evidentemente, los representantes de Pemex carecen de dignidad, saben que están allí por interés aún tratándose de sucios negocios, de los cuales no informan a la nación. Repsol es una simple comercializadora que revende petróleo y gas, pues no posee ni el uno ni el otro. Eso sí, participa de multitud de ilegales contratos. Tal es el caso de México, en materia de importación y distribución de gas natural.

Esta corporación es nefasta pero, al mismo tiempo, la favorita de los gobiernos mexicanos en turno. Debiendo ser expulsada, seguramente será premiada con la reforma desnacionalizadora de Peña Nieto. Estos españoles léperos se volverán dominantes, al menos en materia eléctrica y de gas, lo cual de entrada es un insulto.

Accionistas groseros

La junta general de accionistas de la multinacional española Repsol fue el escenario de un nuevo enfrentamiento entre el actual presidente ejecutivo, Antonio Brufau, y los representantes de Petróleos Mexicanos (Pemex), que posee 9.4 por ciento de esa empresa, en este caso por una iniciativa de segregar a la corporación energética, que finalmente fue rechazada (Tejeda A.G., en La Jornada, p.23, 29 marzo 2014).

La mayoría de los accionistas respaldaron la gestión y las propuestas de Brufau, incluidas las críticas abiertas a la estrategia de la petrolera mexicana de intentar “controlar” el negocio de la exploración en su propio beneficio.

El presidente de Repsol llegó a la junta general de accionistas con una estrategia firme para lograr sus tres principales objetivos: aprobar nuevas condiciones para garantizar que la empresa no se segregue ni cambie de sede ni de capital social, para lo cual, a partir de ahora, será necesario 75 por ciento de los votos tanto de los accionistas como del consejo de administración.

Durante su intervención ante los accionistas, Brufau no fue ni siquiera diplomático y acusó a Pemex y a sus antiguos aliados de Sacyr de intentar desestabilizar a la empresa mediante pactos al margen de los intereses de la compañía, y advirtió que ahora, con la propuesta de segregar a Repsol, estaríamos ante una nueva versión de un “asedio no deseado”.

“Desde un punto de vista de negocio, sería una barbaridad desgajar esta empresa en dos. Recuerdo también el pacto de un socio de esta casa [Luis del Rivero, presidente entonces de Sacyr] con el presidente de otro socio [Pemex] para controlar la empresa sin lanzar una OPA. A partir de ahora quien quiera controlar el negocio tendrá que hacer una OPA y ahí estarán todos ustedes. No nos preocupa su incidencia en el mercado, sí evitar demasiado ruido y que todos ustedes sean partícipes de las grandes decisiones”.

Brufau también calificó las maniobras del pasado de Pemex y Sacyr –que culminaron en un fracaso estruendoso y con pérdidas millonarias para la petrolera mexicana, con la aprobación de la anterior directiva, encabezada por Juan José Suárez Coppel– de “operaciones no muy transparentes”.

Españoletes voraces

Con estas advertencias, Brufau logró el apoyo de gran parte de los accionistas, así como el blindaje de la compañía ante una posible segregación de sus divisiones de exploración y producción de hidrocarburos, refinación y mercadeo. Incluso advirtió en reiteradas ocasiones que “estos riesgos están ahí, están hoy aquí, porque hay mucho ruido, hay mucha crítica que no se entiende bien”, en clara alusión a Pemex y a su actual director, Emilio Lozoya, quien ha criticado en varias ocasiones la forma de gestionar la empresa por parte del empresario catalán.

Julio Francisco Poulat, representante de Pemex, tras votar en contra de las propuestas de Brufau y en respuesta a las evidentes alusiones a su actuación en el pasado y en el presente, pidió la palabra ante la junta general, y volvió de nuevo a criticar la iniciativa, al considerar que pondrá “en una situación de desventaja competitiva a Repsol” frente a sus rivales, además de que los cambios estatutarios, a su juicio, “no están justificados y resultan perjudiciales para los accionistas”. Asimismo, respondió que Pemex “no tiene intención de promover ni secundar ninguna separación ni segregación entre las actividades. Por tanto, es una polémica artificial. Repsol debe estar en la mejor posición para adoptar con la mayor fortaleza y flexibilidad los retos de futuro, sin condicionantes que limiten su capacidad de adaptación”.

Asociación antinacional

Anteriormente, la participación accionaría de Pemex con Repsol era ilegal y opaca; hoy está legalizada pero sigue siendo opaca. Antes, la burocracia en turno de Pemex utilizaba a las filiales en el extranjero, mismas que no están sujetas a ninguna auditoria ni rendición de cuentas ante nadie. Esas filiales son indebidamente opacas. Con la reforma desnacionalizadora de Peña Nieto, tales filiales podrían proliferar, son un buen mecanismo para ocultar las fechorías y negocios sucios, mismos que están asociados a la privatización petrolera y eléctrica.

Hoy la propia Constitución autoriza a Pemex para realizar asociaciones y contratos con otras empresas, además de los permisos a los particulares en todas las actividades del proceso de trabajo petrolero, del cual, Pemex efectuará solamente una parte.

A la fecha, en materia de generación eléctrica Iberdrola, seguida de Gas Natural Fenosa, son las transnacionales españolas dominantes en México, partícipes activas de la privatización furtiva. Con las reformas regresivas de Peña Nieto, la privatización furtiva fue legalizada y podrán ampliar su participación libremente. A través de Gas Natural, Repsol tiene participación accionaría. Lo mismo en el caso de la distribución de gas natural. Además, Repsol tiene la exclusividad para importar gas natural de Perú, procesarlo en la terminal de Manzanillo, Colima, y venderlo a la Comisión Federal de Electricidad. Costando 3.5 dólares el BTU, la española lo vende hasta en 21 dólares el BTU, habiendo faltado al contrato previo. Aparte está la explotación de gas seco en Burgos.

Repsol debe ser expulsada de México pero Peña Nieto, súbdito de coronas extranjeras, piensa lo contrario: invitarla al aquelarre.


Ref: 2014, elektron 14 (128) 1-2, 4 abril 2014, FTE de México.







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