Volumen 13, Número 256, julio 26 de 2013
 


Asalto a la nación, propone el PAN



En tres décadas los gobiernos del PRI y el PAN arrasaron con la estructura productiva del país. Siempre manejaron un discurso, según el cual, habría mejoras para la población. No fue así, los únicos beneficiados han sido los capitalistas, sean banqueros o industriales. Ahora el PAN promueve nuevas promesas a cambio de permitir la apertura privada en Pemex a la que se niega a llamar privatización. (FTE).


Para el conocimiento, estudio y valoración de los trabajadores de la energía, el FTE reproduce el siguiente artículo, publicado originalmente en el diario mexicano La Jornada.


México SA

PAN: propuesta “nacionalista”.
Cómplice del asalto a la nación.
Arrasan los “modernizadores”.

Por C. Fernández-Vega

Tomado de La Jornada, 20 de julio de2013.


En materia de oro negro, la peripatética dirigencia” panista ha propuesto para México lo que de forma tajante rechazan los países que ya transitaron por esa ruta y experimentaron la brillante “fórmula” blanquiazul, es decir, aquellos que sin más “modernizaron”, “abrieron a la competencia” y “globalizaron” (léase privatizaron) su industria petrolera, y que hoy exigen les regresen las fichas, porque el grueso de la renta y de las decisiones se queda y se toman fuera de casa.

El inefable Gustavo Madero y jilgueros que lo acompañan aseguran que con su creativo “plan de acción” no se venderá “un tornillo de Pemex, ni una refinería ni un pozo”, los cuales seguirán siendo de los mexicanos, pero la paraestatal competirá con empresas privadas o asociaciones público-privadas en actividades cerradas hasta ahora para ellas, al tiempo que proponen modificaciones a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales con el fin de “concesionar a empresas privadas –nacionales o extranjeras– la exploración, explotación, producción, transportación y refinación de hidrocarburos, así como la industria de la petroquímica básica. La renta petrolera será de los mexicanos y se privilegiará el capital nacional sobre el extranjero en un porcentaje superior a 50 por ciento...” (La Jornada, Claudia Herrera Beltrán).

Descaradamente cínico, Madero “previó que Andrés Manuel López Obrador, ex candidato presidencial de las izquierdas y opositor a la privatización de Pemex, no podrá oponerse a estos cambios, porque implican ‘apertura, no privatización’. Además, se traducirían en la disminución de los precios de la gasolina y de la electricidad, ya que en este punto se permitiría también la participación privada”.

El clan blanquiazul apuesta a la desmemoria de los mexicanos –quienes ya no sienten lo duro sino lo tupido– y recurre a la sobada oferta (utilizada desde el inicio de la venta de garaje de la infraestructura productiva del Estado, cuya inauguración se dio allá por los tiempos de Miguel de la Madrid) de que tal “apertura” se traduciría “en la disminución de los precios de la gasolina y de la electricidad, ya que en este punto se permitiría también la participación privada”.

En efecto, la mayoría de los mexicanos es desmemoriada, pero nunca cuando el bolsillo está de por medio. Bastan unos cuantos ejemplos: cuando Carlos Salinas de Gortari reprivatizó la banca (1991-1992) la oferta principal fue, amén de la “democratización del capital”, crédito barato para el sector productivo, con atractivas tasas de interés, con el fin de impulsar el desarrollo, porque “la banca es de todos”. Tras esa decisión, nunca los habitantes de este país habían pagado tanto por tan poco en materia bancaria, incluyendo el Fobaproa. Eso sí, el país puede presumir que las trasnacionales financieras que operan aquí acumulan y “exportan” utilidades que en sus países de origen ni en sueños obtendrían.

Ese mismo personaje, entre otras tantas cosas, “concesionó” las carreteras y privatizó la telefonía, y nunca los mexicanos pagaron tanto por peaje (“rescate incluido”) y tarifas telefónicas. A cambio, claro está, México puede presumir que cuenta con el hombre más rico del mundo, en uno de los países con mayor pobreza en el planeta, y con vías de comunicación terrestre consideradas entre las más onerosas del orbe, amén de que algunas de ellas nunca terminan de construirse (como la Autopista del Sol).

Al “rescatar” a la banca, en 1995, Ernesto Zedillo permitió una “capitalización temporal” de las instituciones financieras mexicanas, la cual, “ninguna manera”, según dijo, “propone entregar la banca nacional a los extranjeros”, sino “propiciar una mayor competencia que debe incidir en una disminución de los márgenes financieros”. A estas alturas, 90 por ciento del sistema bancario que opera en el país es propiedad de extranjeros, contra ocho por ciento al momento de autorizar la “capitalización temporal”. Los mexicanos no pueden presumir “la sana competencia” (cinco bancos acaparan 80 por ciento del mercado), pero sí que su país se ha convertido en un paraíso para el capital financiero trasnacional y que los sectores productivos obtienen hoy menos crédito y mucho más caro que en 1994.

Lo mismo sucedió con el grueso inventario de empresas y sectores controlados por el Estado. En tres décadas arrasaron con la infraestructura productiva del Estado, y el Partido Acción Nacional siempre estuvo allí, al lado de los “modernizadores” priístas y “promoviendo la competencia”. Ferrocarriles, ingenios azucareros, satélites, aeropuertos, líneas aéreas, minas, fertilizantes, petroquímica secundaria, electricidad y la enorme lista de etcéteras que se quedan en el tintero. En todos los casos los “aperturistas” prometieron menores precios y tarifas para los consumidores, y suculentos presupuestos “para combatir la pobreza”, pues el gobierno, al dejar de destinar crecientes recursos públicos a empresas y sectores “no productivos”, liberaba elevadísimas simas de dinero para atender las urgencias sociales, las mismas que hoy son más urgentes que nunca.

También está el caso del tal Jelipe Calderón, quien en campaña electoral se comprometió a reducir las tarifas eléctricas a la mitad. Pues bien, lejos de cumplir con su oferta, lo que en realidad hizo fue duplicar, cuando menos, las propias tarifas que reduciría, e incrementar permanente y brutalmente los precios de los combustibles (gasolinas, diésel, gas y demás), con todo y que, junto con el mariguanero Vicente Fox, entregó el gas natural al capital privado, y a él mismo le amplió generosamente su participación en materia de generación eléctrica. Así, nunca los mexicanos habían pagado tanto por sus recibos de “luz” ni por llenar el tanque de gas ni el de sus vehículos. Y los citados sólo son algunos ejemplos del espeluznante atraco a la nación y a quienes en ella sobreviven.

Entonces, los “dirigentes” blanquiazules ¿a quiénes pretenden convencer (léase engañar) de que su “oferta”, amén de “novedosa”, es “por el bien del país” y con fines “nacionalistas? A lo largo de los últimos 30 años, los panistas han sido parte activa en el desmantelamiento del aparato productivo del Estado y corresponsables de los espeluznantes resultados privatizadores para el país. Se requiere ser muy cínico o de plano oligofrénico para suponer que alguien con un milímetro de frente no sólo creerá en sus dichos, sino que suscribirá su “propuesta nacionalista”.

Las rebanadas del pastel

Si una brizna de ética les queda –quimera pura–, los Chuchos deben hacer maletas y dejar el pacto, pero es pedir peras al olmo. Cartera pachona mata principios (en el lejano caso de que el citado clan los tuviera).

D.R.: cfvmexico_sa@hotmail.com
• Twitter: @cafevega


Ref: 2013, elektron 13 (205) 1-3, 25 julio 2013, FTE de México.


La propuesta del PAN afirma que la “apertura” energética se traduciría “en la disminución de los precios de la gasolina y la electricidad”. En la imagen, la torre de Pemex vista desde la torre del Caballito Foto Alfredo Domínguez





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