Volumen 13, Número 254, junio 30 de 2013
 


65% de mexicanos (as) rechazan la privatización
de Pemex



Pero 53% apoyan que haya más privatización eléctrica furtiva. Bien por defender a Pemex, mal por atentar contra la CFE. El virus de Fujimori ha sido exitoso y se ha introyectado deliberadamente. Esparzistas, SME y PRD al frente de la ofensiva contra la CFE, en coincidencia con las transnacionales y organismos financieros del imperialismo, para terminar de destruir a la industria eléctrica nacionalizada.


¡No a la privatización de Pemex!

La noticia es muy grata tratándose de Pemex. Según una encuesta realizada por el CIDE, que no es una institución de izquierda ni mucho menos, las dos terceras partes de mexicanos (as) rechazamos la privatización petrolera que afanosamente promueven Peña Nieto y partidos políticos.

El 65 por ciento de los mexicanos –tanto ciudadanos consultados al azar como líderes del sector empresarial, académico y gubernamental– rechaza la apertura en el renglón petrolero, no obstante que están de acuerdo con la globalización, el libre comercio y la inversión extranjera en otros sectores (Muños P., en La Jornada, p.11, 25 junio 2013).

Se trata de una encuesta realizada por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) titulada México, las Américas y el Mundo 2012-2013, presentada en la cancillería mexicana. El informe se refiere a diversas cuestiones relacionadas con la política exterior, la nacionalidad mexicana, en la que el 42 por ciento de los encuestados preferiría salir del país y radicar en Estados Unidos, Canadá o España, así como temas sobre las drogas.

En esa encuesta, los ciudadanos no se oponen a la apertura económica, pero rechazan la inversión extranjera en el sector petrolero.

La encuesta fue aplicada a finales de 2012 y en ella participaron 535 líderes del sector empresarial, de la academia y el sector público, organizaciones sociales, medios de comunicación y ciudadanos comunes.

La investigación fue apoyada por fundaciones como Konrad Adenauer y Friedrich Ebert, y la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales y la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo.

Claridad sobre el petróleo

En Milenio se publicó la siguiente información:

A uno de cada dos mexicanos no le gustaría tener otra nacionalidad, aunque la mayoría rechaza que el país deba aislarse del resto del mundo y apoya su apertura en todos los sectores, menos en el petrolero, según una encuesta realizada por el CIDE (Otero-Briz M., en Milenio Diario, 25 junio 2013).

El sondeo, que se presentó en la Secretaría de Relaciones Exteriores y se realizó entre 2 mil 400 ciudadanos, detalló que seis de cada 10 rechazan la participación privada en el sector petrolero.

“En el México del siglo 21, el nacionalismo no se opone a la apertura al mundo, salvo en el sector petrolero. Los mexicanos muestran fuertes y crecientes sentimientos de orgullo, identificación y apego a su nacionalidad, siendo la mexicana la comunidad política primaria de identificación y pertenencia.

“El alto nivel de orgullo nacional no se contrapone a la apertura cultural y económica, con la sola excepción del sector petrolero, de tal forma que ha aumentado el apoyo a la difusión de ideas de otros países en México, como la globalización, el libre comercio y la inversión extranjera”, detalla el estudio.

Tragedia eléctrica

El sondeo detalla que “el baluarte del nacionalismo económico” sigue siendo el sector energético, en particular el petróleo, pues 47 por ciento de los entrevistados dijo estar contra permitir la inversión extranjera en el sector eléctrico, cifra que se eleva hasta 65 por ciento cuando se trata del petróleo.

El análisis detalla que a 52 por ciento de la población no le gustaría tener otra nacionalidad, 50 por ciento se identifica como parte de América Latina, 27 por ciento como cosmopolitas, 8 por ciento como norteamericanos y 7 por ciento como centroamericanos.

La encuesta se realizó a escala nacional entre agosto y septiembre de 2012, con más de 120 preguntas sobre el papel de México en el mundo. En este ejercicio participaron 2 mil 400 ciudadanos y 535 líderes del sector empresarial, académico, gubernamental, así como de organizaciones sociales y medios de comunicación.

Posiciones contradictorias

El sondeo realizado por el CIDE muestra una realidad contrastante pues, mientras el 65% se opone a la participación privada en Pemex, solo 47% lo hace en el caso de la CFE. En el primer caso es mayoría, en el segundo, minoría.

¿Por qué ocurre así, si tanto Pemex como la CFE son industrias nacionalizadas, ambas conquistadas en importantísimas luchas?

Pemex representa a la industria petrolera nacionalizada y la CFE a la industria eléctrica nacionalizada. Las dos son el resultado de las dos conquistas más importantes de la post-Revolución Mexicana, y ambas han financiado el desarrollo nacional durante ya más de medio siglo.

Sin la energía primara de los hidrocarburos y sin la energía secundaria de la electricidad México no sería lo que hoy es. Antes, el petróleo estaba en manos extranjeras y la electricidad también, en escenarios ominosos. La cobertura nacional en ambas materias fue posible por la expropiación petrolera y nacionalización eléctrica. Pero, según la encuesta del CIDE, la mayoría apoya a Pemex pero no a la CFE.

¿Es que se ha perdido la razón o, al menos, la memoria? o bien, ¿Alguien le ha venido cambiando la mentalidad a los mexicanos hasta llevarlos a un estado de enajenación? Si es así, no lo han logrado en el caso petrolero pero sí en el caso eléctrico.

¡Qué bien que la mayoría de mexicanos defiendan a Pemex! Al nivel de la encuesta del CIDE hay un evidente mensaje a Peña, desmintiéndolo de sus aviesos propósitos privatizadores.

Si el gobierno federal fuera auténtico o, al menos, un poco sensible, debe abstenerse de seguir promoviendo la privatización de Pemex por innecesaria, indebida y ahistórica.

No es para menos, Pemex es la industria más emblemática de los mexicanos. Durante décadas, el gobierno ha hecho todo lo posible por alejar a la nación de su industria petrolera y viceversa. Sin embargo, aún desprestigiada, corrupta y sometida a la privatización furtiva, la industria petrolera mexicana sigue concentrando un fuerte sentimiento nacionalista, entendido no como discurso demagógico tipo PRI sino por el significado de soberanía nacional rescatada en el contexto de grandes luchas obreras y populares.

El pueblo de México, en general, no es directamente responsable del desastre a que las burocracias en turno han sometido a Pemex, esa es responsabilidad directa de los funcionarios gubernamentales y de los trabajadores petroleros que, omisos y apáticos, han preferido vivir de rodillas ante el charrismo sindical, incumpliendo sus deberes de clase y con la nación.

Más importante que la encuesta sería la movilización de esa enorme fuerza, cuestión que es una necesidad ante la necedad de gobierno, partidos y organismos financieros del imperialismo. Hoy, la ofensiva oficial contra Pemex es tan seria que pronunciarse es un buen paso pero hacen falta más acciones.

El virus de Fugimori

El caso eléctrico es patético. En Perú, durante el gobierno de Alberto Fugimori, se desató una fuerte campaña contra la industria eléctrica de ese país. En la población se fue creando un sentimiento adverso. Cuando Fugimori les preguntó si debía seguir así la industria o ser privatizada, todos contestaron como una sola voz, aprobando la medida privatizadora.

Esa táctica no es propia de Fugimori sino del imperialismo. Primero, desprestigiar a las instituciones nacionalizadas, introyectar la idea de que son ineficientes e inservibles, crear un clima adverso y, luego, proceder a su privatización. Ese “método”, sin embargo, tuvo en Perú un momento muy ilustrativo que, para desgracia de México, se propagó aquí como un virus maligno.

Por supuesto, el virus no llegó solo ni se introyectó solo. Muchos han contribuido, entre ellos, la burocracia administrativa en turno y los trabajadores electricistas de la CFE. Sí, el interés de muchos empleados, llamados “de confianza”, consiste en destruir desde adentro a la industria eléctrica nacionalizada. Se incluye al director general, gerentes y mandos medios.

Una forma destructiva muy exitosa ha sido mediante un deficiente servicio de facturación, lo que ha llevado a imponer cobros irreales a muchos consumidores domésticos, con la consecuente molestia. Para ello, la burocracia de la CFE puso la facturación en manos de contratistas españoles.

El enemigo está en casa. Un ejemplo es la Gerencia a cargo de Eugenio Laris Alaniz, encargada de administrar los contratos para las transnacionales. Otro ejemplo es la “planeación” contenida en el Programa de Obras e Inversiones del Sector Eléctrico (POISE), a cargo de la CFE, donde están las propuestas de las corporaciones, mismas que deciden cuándo y dónde instalarán los nuevos proyectos y su tipo.

Un tercer ejemplo, es la facturación de la CFE a cargo de transnacionales españolas. Micro Focus es la encargada de la facturación en la CFE a nivel nacional, utiliza el lenguaje Cobol y ni siquiera conoce al sistema decimal. A esta empresa no le interesa corregir ni mantener un sistema adecuado de facturación, al contrario.

Hay más, los trabajadores electricistas del SUTERM han permanecido apáticos, ausentes y cómplices de estas acciones pues, han omitido ejercer sus deberes y derechos.

Esta situación ha sido aprovechada (de maravilla) por dos grupos externos. Uno, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y, otro, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), ambos en coincidencia con las transnacionales, empresarios y gobierno.

SME y PRD enemigos de la CFE

Especialmente a partir de 2009, cuando fue extinguida Luz y Fuerza del Centro (LFC) y la CFE pasó a encargarse de esas labores que le corresponden por ley, Martín Esparza y demás smeítas iniciaron una seria campaña contra la CFE. Se agarraron del contratismo y procedieron a golpear a contratistas y subcontratistas que los sustituyeron. Eso motivo del orden de mil denuncias policíacas. Luego, se dedicaron a denigrar a la CFE, su propio patrón sustituto natural, diciendo y publicando cuanta barbaridad se les ocurrió. Luego, se dedicaron a fustigar a los usuarios domésticos, primero, engañándolos para no pagar el servicio eléctrico, diciéndoles que si les cortaban el servicio los smeítas los reconectarían. Eso se acordó en una asamblea del grupo de Ingenieros pero no pudieron sostenerse. Al final, dejaron a los usuarios con enormes cuentas que han tenido que pagar o seguir con mayores problemas.

La ofensiva siguió y el SME promovió en sus propias instalaciones hasta una Organización de usuarios inconformes “contra las altas tarifas”:

En todos los casos, la mentira ha sido la divisa. Se acusa a la CFE de aplicar aumentos en las tarifas eléctricas, como resultado de la extinción de LFC, como si ésta hubiese cobrado tarifas inferiores siendo una simple revendora pues su generación eléctrica siempre fue ínfima. Esto se hizo a sabiendas que la CFE NO fija ninguna tarifa, esa es responsabilidad de la secretaría de hacienda. Además, LFC tampoco fijaba las tarifas. Si se han producido aumentos eso es a nivel nacional y consecuencia directa de la privatización eléctrica furtiva, no de la extinción de LFC.

Pero la tradicional y errática política de Esparza y del SME encontró en la campaña contra la CFE el medio para desahogar culpas y, al mismo tiempo, favorecer a las transnacionales. No debe olvidarse que, en 1992, cuando Salinas de Gortari impuso las reformas regresivas a la Ley Eléctrica, el SME pactó apoyarlas y a cambio Salinas les creó a “su empresa” en las peores condiciones posibles. Con esas reformas empezó la privatización eléctrica furtiva que hoy llega al 52%.

Los hechos son los hechos

Las consecuencias desastrosas de la “política” del SME están a la vista y son del dominio público. Pero, tratándose de la campaña contra la CFE, sin distinguir entre la institución (que representa a la industria eléctrica nacionalizada), la burocracia en turno (corrupta) y la política eléctrica (antinacional), la misma ha sido muy exitosa para Esparza y el SME.

Según la encuesta del CIDE, solo el 47% está en contra de la participación privada en la industria eléctrica. Esto implica que el 53% estaría de acuerdo. La situación es ridícula. Al momento, el 52% de la capacidad de generación nacional está privatizada, eso ha llevado a la desfavorable alteración en las tarifas eléctricas que han aumentado mientras mayor es la privatización pero, el 53% quiere más privatización, es decir mayores aumentos en las tarifas.

Esa situación absurda se explica por la enajenación que ha sido introyectada en la percepción de la población, en general, lo que llamamos el virus de Fugimori. Esto es, a partir de algunas situaciones reales y otras deliberadamente falseadas, Esparza y el SME lograron crear la percepción de que la CFE no sirve y sería preferible que se privatizara. Allí están los hechos, el sondeo no lo hicimos nosotros sino el CIDE. ¿Y, así, están en negociación con el gobierno de Peña para que les cree “su empresa”, pagada por la CFE, como si no hubiera pasado nada?

En este desbarajuste, el PRD ha jugado el papel de oportunista, engañando a los usuarios al hacerles creer que son buenos gestores para atraer clientes a su cooperativa. No extraña. Al igual que el SME, la izquierda mexicana NUNCA apoyó a la nacionalización eléctrica ni a la industria eléctrica nacionalizada. La integración de ésta la logramos con el apoyo del pueblo de México, nunca de entelequias ni burocracias.


Fuente: FTE 2013, elektron 13 (180) 1-4, 30 junio 2013, FTE de México.


Ya perdimos la mitad de la industria eléctrica nacionalizada, el 52% de la generación nacional está privatizada, ocasionado afectaciones a los consumidores. Pero el 53% quiere más privatización y, por tanto, más daños. Ese es el resultado patético de la política infantil y aventurera del SME y del PRD.



Cartel del FTE de México contra la reforma energética





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