Volumen 11, Número 205, diciembre 13 de 2011
 


MANIFIESTOS ZAPATISTAS


CARTA DE EMILIANO ZAPATA A LOS REVOLUCIONARIOS DE TODA LA REPÚBLICA


Cuartel General en Tlaltizapán, Marzo 15, 1918


A LOS REVOLUCIONARIOS DE LA REPUBLICA

Todos comprendemos, todos sentimos la necesidad de la unificación.

Nada más imperioso que este acercamiento de todos los revolucionarios, que a más de ser condición asegurar para la paz de la República, es una garantía para la realización, tantas veces deferida de los principios proclamados y la mejor defensa contra los amagos de la reacción que espera sacar partido de la división entre los elementos revolucionarios, para erguir al fin su cabeza triunfadora. Por eso el Sur, que fué el primero, hace tres años, en hacer un llamamiento a la concordia, persevera en su- actitud y hace hoy una nueva invitación, esta vez formal y definitiva a todos los revolucionarios de la República, cualesquiera que sea el grupo a que pertenezcan, para que, haciendo a un lado pequeñas diferencias, más aparentes que reales, nos congreguemos en torno de los principios, nos hagamos mutua y cordial comunicación de las aspiraciones y de los anhelos de cada uno, mediante una recíproca compenetración de ideas. Formemos un solo y gran partido revolucionario, inspirado en un programa común de reformas y capaz de dar al país un gobierno fundado en el acuerdo de todas las voluntades, y no en el capricho de un déspota, o en las intrigas de una camarilla de ambiciosos.

A la vez que llevar hasta su término la justiciera labor del derrocamiento del tirano Carranza, se precisa comprender otra tarea más alta; la reconciliación de todos los luchadores de buena fe, divididos entre si por las artimañas y por la perversidad de ese perjuro, que ha mentido a todos los revolucionarios declarando guerra a muerte a todos los hombres de principios.

Nuestra invitación se dirige, por lo tanto, lo mismo a los revolucionarios actualmente levantados en armas, que a los que, desengañados ya de Carranza y convencidos de su falsía, estén dispuestos al volver al campo de la lucha y unirse a los que combatimos porque sean una verdad las promesas de redención hechas al pueblo mexicano.

A la inversa de Carranza, que ha impuesto su arbitrariedad y su personalidad mezquina sobre la conciencia revolucionaria, nosotros pretendemos que esta se haga valer, la que impere, la que regule y domine los destinos de la patria, ante la cual desaparezcan las pequeñas ambiciones y los bastardos intereses.

Y para evitar que una nueva facción exclusivista o nuevos personajes absorventes ejerzan preponderancia e influencia excesiva sobre el resto de la Revolución, proponemos el siguiente procedimiento, de sencilla y facil aplicación la celebración de una junta, a la que concurran los jefes revolucionarios de todo el país, sin distinción de facciones o banderías. En esta junta se cambiarán impresiones, harán valer su opinión todos los revolucionarios, y cada cual manifestará cuales sean sus especiales aspiraciones y cuales las necesidades propias de la región en que operen.

En esa junta, por lo tanto, se dejará oir la voz nacional, la voz del pueblo, representado de pronto por sus hijos levantados en armas; en tanto que establecido el gobierno provisional revolucionario, puede el Congreso de la Unión, como órgano auténtico y genuino de la voluntad general, resolver concienzudamente los problemas nacionales.

Los surianos sabemos perfectamente que en cada región del país se hacen sentir necesidades especiales y que para cada una hay y debe haber soluciones adaptables a las condiciones peculiares del medio. Por eso no intentamos el absurdo de imponer un criterio fijo y uniforme, sino que al pretender la mejoría de condición para el indio y para el proletariado, aspiración suprema de la Revolución, queremos que los jefes que representan los diversos estados o comarcas de la República, se hagan interpretes de los deseos, de las aspiraciones y de las necesidades del grupo de habitantes respectivo, y de esta suerte, mediante una mutua y fraternal comunicación de ideas, se elabore el programa de la Revolución, en el que están condensados los anhelos de todos, previstas y satisfechas las necesidades locales y sentado sólidamente el cimiento para la reconstrucción de nuestra patria bien amada.

A rehacer esta patria despedazada por la contienda intestina, combatida por pasiones encontradas hechas trizas por la ambición y por la vileza de unos cuantos, invita hoy el sur a todos los hombres de buena voluntad, a los que se duelan de los sufrimientos del pueblo, a los que todavía tengan confianza en el porvenir de la nacionalidad mexicana.

Y el Sur tan calumniado, tan vilipendiado, tan cruelmente herido por los interesados en desprestigiarlo; el sur que lleva siete años de luchar por la libertad, enmedio de heroicos sacrificios y que, abandonado en ocasiones a sus propios esfuerzos, ha combatido contra todos los malos gobernantes, teniendo que quitar al enemigo las armas y el parque, porque nunca los han recibido del extranjero, no con el ha contraído compromiso alguno; el Sur, desinteresado y sin ambición, sereno y despojado de envidias, de pasioncillas y de rencores, insiste en su labor de unificación, porque sabe que sin ella naufragarán los principios, y que con ella se salvará la república.

Al hacer esta invitación patriótica y honrada, a todos los revolucionarios del país, no guía al sur otra mira, otro anhelo, otro interés, que el bienestar de todos, ni lo lleva otra ambición que la de evitar que por culpa de nuestras decisiones, se levante sobre los odios de facción un nuevo tirano que impida definitivamente el ansiado triunfo de los ideales.

Por eso el Sur, consecuente con sus principios de democracia y de libertad, solicita el concurso de todos, el acuerdo de todos, para la elaboración del programa común y para el establecimiento del gobierno que ha de llevar a la práctica las aspiraciones por las que pugnamos los revolucionarios.

En la junta de jefes que nosotros proponemos, se expresarán los puntos o principios que cada cual quiera ver convertidos en leyes o elevados al rango de preceptos constitucionales, una vez constituido el gobierno emanado de la Revolución. Allí también, por acuerdo de todos (y no por la voluntad de un solo hombre o un solo grupo, como ha pretendido el carrancismo), se formará el gobierno provisional, compuesto de hombres concientes y honrados que satisfacen las aspiraciones revolucionarias, y diferente de los cuales sería de desearse estuviese, como jefe del Estado, un civil, designado y apoyado sinceramente por todos los elementos militares.

Reforma agraria, reivindicaciones de justicia, constitución de las libertades municipales, implantación del parlamentarismo como sistema salvador del gobierno, abolición de caudillaje en todas sus formas, perfeccionamiento de los diversos ramos de la legislación para que responda a las necesidades de la época y a las exigencias crecientes del proletariado de la ciudad y del campo; todo esto seriamente meditado y discutido amplia y libremente por todos, formará la médula y el alma del programa revolucionario, la base y el punto de partida para la reconstrucción nacional.

A esta obra de patriotismo y de concordia, de fraternidad y de progreso, sólo los ambiciosos podrán eximirse de colaborar; sólo podrán negarse los que pretendan imponer su voluntad sobre la de los demás, los que quieran valerse de la - Revolución para satisfacer miras personales, o para realizar propósitos de medro, de lucro o de venganza.

Pero los que vemos por encima de nuestras pasiones el bien de la causa, y más alto que cualquiera ambición el interés supremo de la República, comprendemos muy bien que ya es tiempo de unirnos y entendernos. Ha llegado la hora de que surja la paz de la victoria, la paz que sigue al triunfo, ya hace falta que vuelva la tranquilidad a los hogares, se cultiven los campos, se trabajen las minas, abran sus puertas los talleres, renazca el crédito nacional y francamente se encarrilen las actividades del pais por las vías del progreso.

Estorba Carranza el ambicioso y hay que derrocarlo. Perjudican los antiguos rencores, las torpes desconfianzas, las pasiones vulgares y hay que suprimirlas, hay que borrarlas.

Sobre la unión de todos los revolucionarios, militares o civiles (siempre que unos y otros sean honrados), sobre el cordial acercamiento de todas las voluntades, sobre el mutuo y libre acuerdo de todas las inteligencias, debemos basar el triunfo de nuestros ideales y la reconstrucción de la nueva patria mexicana.

A esa unión os invitan los revolucionarios del sur, sin ambiciones para el futuro, sin prejuicios para el presente, sin rencores para el pasado.

La aspiración del Sur es bien conocida; emancipar al indio, dar a todo campesino la extensión de tierra que necesite para proveer su subsistencia, devolver a los pueblos despojados sus propiedades y su libertad y dar oportunidad al jornalero, al peón de los campos, al esclavo de la hacienda o del taller, para que, por medio de la pequeña propiedad, se convierta en hombre libre, en ciudadano conciente, en mexicano orgulloso de su destino.


REFORMA, LIBERTAD, JUSTICIA Y LEY.

Cuartel General de Tlaltizapán, Mor., 15 de marzo de 1918.

El General en jefe

Emiliano Zapata.



Fuente: Laura Espejel, Alicia Olivera y Salvador Rueda. Emiliano Zapata. Antología. Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), México, 1988. P. 425-428 (Fuente: AGN, Unidad de Archivos Incorporados, Fondo Jenaro Amezcua, Caja Unica).



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