Volumen 10, Número 150, enero 15 de 2010
 

Otro “comenzar de nuevo”



Nuestro movimiento sigue adelante en el contexto de la lucha de clases.
Cien años de Revolución y doscientos de Independencia nos impulsan.
Están vigentes las históricas tareas políticas y banderas de lucha.


Movimiento clasista en el espacio-tiempo

El movimiento, en general, es indestructible e inherente a la materia. No existe movimiento sin materia ni viceversa. Sí existe la transformación de una forma de movimiento (energía) en otra. Esto ocurre en los diversos procesos de la naturaleza y, también, en los procesos de trabajo.

Originalmente, los procesos de trabajo fueron organizados para la satisfacción de necesidades humanas, habiendo sido pervertidos después. La transformación social es consecuencia del movimiento expresado en la actividad socialmente organizada de hombres y mujeres, mediante el trabajo manual e intelectual, la lucha política y social.

La lucha de clases siempre ha sido el motor de la historia. Hoy, la presencia de la fuerza natural, representada por el trabajo, y la fuerza social, representada por el capital, allí están, en la vida cotidiana y en todos los rincones del planeta. Entre ambas fuerzas se sigue librando una contienda diaria que de ningún modo ha concluido.

Esta lucha no solamente ocurre al interior de las fábricas sino en todos los órdenes de la vida social, económica y cultural, pues se trata de una lucha de conjunto a escala planetaria. Qué esa lucha se exprese con mayor claridad o resolución en algunos sectores no la excluye en los demás, pues, no existe en el mundo ningún sector o capa social ajena a la dinámica del sistema social capitalista dominante.

Por ello, la lucha de clases tiene un profundo sentido antimperialista con el deber de “luchar contra el imperialismo dónde quiera que esté”.

Nuestro movimiento tiene importantes fundamentos y raíces, y se desarrolla en un contexto específico, en condiciones concretas de ruptura y de construcción.

“Comenzar de nuevo” significa volver a empezar, con alegría y optimismo, en un contexto cíclico del tiempo, mediante el accionar no-lineal y de acuerdo a la dialéctica. Esto no quiere decir empezar de cero, sino repensar colectivamente el camino ratificándolo o cambiándolo en la perspectiva del avance histórico de la humanidad.

El “Comenzar de nuevo” se basa en la experiencia previa, el conocimiento acumulado, la valoración de triunfos y derrotas, el desarrollo del programa, la actualización de las banderas y la concreción de las tareas políticas de nuestra época.

¡Independencia y libertad!

El pueblo insurgente de México, en la mayor irrupción de las masas posterior a la conquista española, en 1810 puso fin a 300 años de colonialismo.

Siglos de lucha, con multitud de resistencias, muchas veces reprimidas encarnizadamente, hicieron posible que la esclavitud fuera abolida y se lograra la independencia formal de la corona extranjera. Pero no se logró la independencia económica ni política, ni cultural, el Estado que surgió continúo con la opresión.

La autodeterminación del pueblo de México devino en sujeción a los nuevos dueños del capital. El saqueo centenario de minerales se incrementó, Santa Ana entregó más de medio territorio nacional a los Estados Unidos, vendepatrias pretendieron imponer un emperador extranjero, la guerra de conquista contra México continuó por parte de las tropas norteamericanas, inglesas y francesas.

Pronto se impulsaría con fuerza el desarrollo del capitalismo. Los ferrocarriles unieron a las fronteras y las costas con el centro, precisamente, para la exportación de minerales. La manufactura empezó a extenderse por el país.

Un gobierno dictatorial y despótico se empoderó desatando la represión sin límites contra la población.

Al mismo tiempo, las ideas del socialismo de la época fueron conocidas por los círculos obreros más concientes.

Las huelgas obreras de Empalme, Cananea y Río Blanco serían precursoras de la Revolución, bajo la influencia del pensamiento y la acción del magonismo.

¡Tierra y libertad!

¡Tierra! grita la Revolución, escribió Ricardo Flores Magón hace cien años, insistiendo siempre en la organización del partido político y en el programa de lucha. En el campo se había afianzado la burguesía y la ciudad comenzaba a industrializarse. En los campos de batalla, los ejércitos campesinos de Villa y Zapata derrotaron a la burguesía rural, no así a la urbana. En 1914, la batalla de Zacatecas implicó la quiebra militar del Ejército de la dictadura porfirista y, la ocupación de la capital mexicana fue el punto culminante desde el punto de vista político.

En esta nueva irrupción de las masas, la clase obrera de la época no estuvo a la altura de la Revolución Mexicana. No obstante, el Plan de Ayala enarbolado por los zapatistas fue el programa que le dio independencia política al movimiento. La Comuna de Morelos se convirtió en el hecho más trascendente de la Revolución.

En la década de los 30’s, en un nuevo ascenso de masas, la nacionalización ferrocarrilera y expropiación petrolera fueron acontecimientos políticos de gran importancia, potenciados por la lucha del sindicalismo industrial de la época.

Con el auspicio del imperialismo, desde principios de siglo, el movimiento sindical mexicano en general se orientó hacia el colaboracionismo con el Estado perdiendo su independencia de clase. En los 30’s se hizo oficial el corporativismo del sindicalismo con el Estado y se afianzó el charrismo como estrategia para desnaturalizar a las organizaciones obreras.

El charrismo favoreció la represión del Estado que continúa hasta el momento. No obstante, la nacionalización eléctrica vendría a ser la culminación de varias décadas de insurgencia obrera electricista. La represión político-militar al movimiento estudiantil y, luego, a los electricistas democráticos, interrumpieron violentamente la lucha democratizadora.

Después, el Estado mexicano ha seguido una política basada en la expropiación del patrimonio nacional, especialmente, los recursos naturales e infraestructura industrial estratégica. Esto beneficia a muy pocos, principalmente, a banqueros e industriales extranjeros.

El neoliberalismo ha significado un creciente empobrecimiento de la población y de la política, cuya reforma, ha canalizado el descontento a través del Parlamento. Los resultados han sido magros, desalentadores e, incluso, contrarios al interés nacional al haber sido rota la legalidad constitucional.

Cien años después de la Revolución, México es un país de pobres, la lucha de clases es abiertamente favorable al capital, especialmente, transnacional. El proletariado ha alcanzado una considerable fuerza social y, al mismo tiempo, tiene una fuerza política nula. Las fuerzas de la izquierda están disgregadas en una situación de inexistencia política real, mientras el Estado y el capital han militarizado al país, al que siguen saqueando a diario.

La perspectiva nacional es de deterioro, el Estado sigue una práctica política basada en la utilización de las fuerzas armadas para resolver los conflictos sociales, la economía está en declive resultado de la profundidad de la persistente crisis.

En suma, no se vislumbra crecimiento económico ni democracia política. Es previsible que los partidos políticos neoliberales sigan confabulados contra el interés nacional.

Ideas-fuerza programáticas

La situación de la clase obrera mexicana es cada vez peor. Las calamidades alcanzan a otros sectores de la sociedad en vías de proletarización. Amplios grupos de trabajadores son víctimas de la descalificación del trabajo, la pauperización y el desempleo. El trabajo informal se amplía con los ejércitos de reserva y de desecho. Millones de mexicanos han sido expulsados hacia el norte, la juventud de las ciudades emigra y el campo se ha despoblado.

El crimen, apoyado por el Estado, impone el terror, incrementa la inseguridad y favorece el miedo y la doctrina del shock.

La represión social inhibe a la lucha democrática. La situación política se vuelve insoportable pues, los de arriba, siguen sometiendo violentamente a los de abajo y, para éstos, las opciones de todo tipo se reducen. En el medio urbano las condiciones se degradan cada día pero, en las zonas rurales, el abandono ha puesto a muchos mexicanos en situación de sobrevivencia.

¿Qué podemos hacer ante tan cruda situación? México es una nación dividida en clases sociales cuya mayoría somos trabajadores empobrecidos. Sin embargo, ser mayoría no es suficiente para cambiar el estado de cosas.

La clase obrera es fuerte por su número pero, el número no cuenta si no está unido por la organización y guiado por el saber. Esto es, necesitamos de la organización para unir a la mayoría pero, también, de una dirección política clasista. Hoy en México no existe ni lo uno ni lo otro.

Hablar de lucha clasista no es una consigna para los discursos. La lucha clasista significa, ante todo, la independencia de clase. Esta se entiende como la independencia del proletariado respecto del patrón, el charrismo, el Estado, el imperialismo y los partidos políticos estatales.

En México, no existe la independencia de clase y esta es una tragedia que dificulta cohesionar las fuerzas. Son décadas de sometimiento al contrario histórico, el charrismo es la estrategia política del imperialismo que, a lo largo de varias décadas, ha destruido al sindicalismo mexicano. Hoy, la imagen de éste es deplorable y muchos prefieren decirle “adiós” al proletariado, corrompido, viciado e incapaz de ofrecer ninguna alternativa política.

Pero, recuperar la independencia de clase es crucial para los trabajadores y pueblo de México. Eso se expresa en un “Programa de transición” que considere los aspectos fundamentales de la nación. El programa constituye las referencias básicas, las banderas de lucha, el “¿Porqué luchamos?”, los objetivos a lograr en un plazo perentorio.

Las tareas políticas del momento, que el FTE propone a la nación, son:

1- Construir organización social, en todos los lugares y a todos los niveles, coordinada a nivel local, estatal, regional y nacional.

2- Formular, desarrollar y concretar el programa. A tal propósito, reiteramos nuestro Programa Obrero, como propuesta a discusión de la nación.

3- Practicar y desarrollar la solidaridad local, sectorial, nacional e internacional.

Estas tareas forman parte de un proceso de lucha que tiene el objetivo de superar las enormes deficiencias organizativas, políticas, ideológicas y teóricas. Las propuestas del FTE son políticas enmarcadas en la perspectiva histórica de la revolución.



Revolución multidimensional

¿De qué revolución hablamos? De una revolución ininterrumpida en la perspectiva socialista. ¿Cómo se haría? Los trabajadores no excluimos ninguna forma de lucha. Lo que importa es que la revolución sea or-ga-ni-za-da, lo cual supone, que sea apoyada por la mayoría de mexicanos (as) en todo el territorio nacional.

Cualquier forma, incluso la electoral, incierta y vana, necesita de la organización social. Sin ésta no es posible ninguna transformación, menos en el caso de México, donde todos los partidos políticos actúan siempre contra la nación.

Si los partidos políticos estatales incumplen su función elemental, deben ser hechos a un lado, y debemos proceder a formar un partido político propio. No es algo menor, es algo complicado pero necesario.

También necesitamos de una central obrera, formada a partir de la reorganización democrática del movimiento obrero mexicano. ¿Es posible? Debe serlo porque es una necesidad. ¿A qué plazo? Al más breve posible, cuanto antes mejor.

Dadas tan desfavorables condiciones para nuestro movimiento, ¿el pueblo esperará a que nos organicemos? No se trata de organizarnos nosotros sino todos pues, la mayoría del pueblo, no está organizada en nada. Por eso se trata de un “Comenzar de nuevo”, para hacer todo lo que hemos dejado de hacer, y lo hagamos mejor.

Por lo demás, a la revolución no se le puede poner fecha voluntaristamente. Se trata de un proceso objetivo, determinado por condiciones objetivas y subjetivas. ¿Las primeras están dadas? Sí; y, ¿las segundas? En gran medida, también. Pero la voluntad no basta, se necesita de condiciones debidamente or-ga-ni-za-das.

¿Acaso los pueblos deben guiarse por el racionalismo? No necesariamente. Los pueblos hacen su historia guiados por la pasión y la reflexión. Pero, el empirismo, la improvisación, la aventura solamente conducen a desastres mayores.

Decir que “los pueblos son sabios, que nunca se equivocan” es una consigna espontaneísta y burocrática. Hacer la revolución es organizarla, en su expresión conciente, múltiple y multidimensional.


2010 elektron 10 (2) 1-4, 2 ene 2010.



Comenzar de nuevo a partir del conocimiento y experiencia acumulados





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