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Volúmen 1 Número 12 / 20 de noviembre de 2001
¡ Patria es Revolución ...

y Revolución es Patria! Estas dos categorías se implican mutuamente. La lucha de la clase obrera es por objetivos inmediatos e históricos. La revolución sigue siendo la propuesta, entendida como un cambio de fondo en las relaciones políticas, económicas, sociales y culturales. Más, para la clase obrera revolución es múltiple e incluye la dinámica y perspectiva nacional.

Hoy el mercado ha desaparecido prácticamente a las fronteras, pero no ha terminado con el concepto de Nación. El capital, de hecho, no tiene Patria y su objetivo es el dominio mundial. Los trabajadores sí tenemos Patria, y no una sino varias, todo el mundo es nuestra Patria, somos ciudadanos del mundo. Pero, en la lucha de clases, la batalla es a todos los niveles y se da al interior de los centros de trabajo, en cada industria y en cada país. Esto ocurre todos los días y en todas partes.

La política obrera es aplicable en todos los países y, donde se lleva a efecto, merece ser apoyada sin reservas. Tal política incluye la defensa de la Patria, en su expresión concreta, más allá del chovinismo, la religión o las etnias; más allá, también, de la simple abstracción.

Defender a la Patria es defender el derecho de los pueblos del mundo a su autodeterminación política, al uso racional de sus recursos naturales y a la propiedad social de los medios de producción. La defensa de la Patria es un acontecer político con todas sus consecuencias en el mundo del trabajo, la filosofía y las artes.

La defensa de la Patria se enmarca en la lucha de clases. No es la misma Patria para el gobierno, que para los empresarios o los obreros. La verdadera Patria es democrática, independiente, soberana, libre y solidaria.

Esos conceptos, sin embargo, significan poco o nada en el mundo neoliberal. El capitalismo, y los diversos gobiernos en turno, se han encargado de quitarle significado, y borrar de la memoria colectiva, a los hechos históricos.

Es lo que ha pasado en México. Los gobiernos neoliberales, los empresarios privatizadores, los intelectuales oficialistas, los medios y aún las instituciones de educación miran de lejos a la Revolución Mexicana. En el mejor de los casos, la consideran reducida a un evento escolar y casi municipal. Se niegan las conquistas y los hechos del pueblo en armas.

No es una la Revolución Mexicana, son varias; la más auténtica es la de Zapata y Villa, precedida por Flores Magón y las luchas proletarias de la incipiente clase obrera. Resultado de esa Revolución fue el derecho de la Nación a la propiedad social de la tierra y de la industria básica, principalmente energética.

Así, la expropiación de la industria petrolera y la nacionalización de la industria eléctrica fueron decisiones políticas basadas en históricas luchas de los trabajadores y pueblo de México.

El sector estatal de la economía en México ha sido prácticamente desaparecido por los gobiernos neoliberales. Ahora, con las privatizaciones se pretende renunciar a todo derecho de propiedad social, de bienestar y de soberanía. En todos los casos, los más perjudicados son los trabajadores y el pueblo pobre.

Pero, ¡La Revolución no ha terminado! Está vigente la lucha por la Tierra, la Libertad, la Justicia Social y la Democracia. Por eso, luchar por la Patria es hacerlo por la Revolución y defender a la Revolución es defender a la Patria.

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